TU NOMBRE
La
voz que te nombraba se hacía calma
prestándome
la paz de la costumbre,
el
equilibrio humilde en que la tarde
conserva
entre sus pliegues
la
honda plenitud de la palabra.
Las
formas de nombrar, de poner cuerpo
a
todas las llamadas de las cosas
condicionan
y exigen otros cauces
en
las formas humanas de pensar.
Así
“árbol” para el árbol, y “certeza”
para
que sea segura la certeza,
o
tu nombre, que dice de ti misma
todo
lo que en verdad te pertenece.
Hoy
pronuncio tu nombre. Abro los brazos.
Respiro.
Te recibo. Soy tú misma.
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