miércoles, 12 de marzo de 2014

CINCO TEMORES


Supongo que la edad y el tiempo libre condicionan unos contextos diferentes y acercan a cualquiera a consideraciones distintas y a ocupaciones mentales especiales.
Me pregunto cuáles pueden ser los estados de ánimo más frecuentes y temidos en el ser humano, sean estos reconocidos o simplemente padecidos al amparo sagrado de la rutina y de la costumbre. Porque el tiempo pasa -que es lo que siempre pasa-, pero lo hace en unas condiciones determinadas, en unos latidos concretos y en unos estados reales; de tal manera que, por más que el tiempo vaya a írsenos de la mano siempre, lo que vivimos son realmente las sensaciones y los estados de ánimo.
Sospecho que son los negativos los que se nos hacen más presentes y nos pellizcan con más fuerza, mientras que sus correspondientes positivos nos enajenan y nos envuelven en su agitación y en su gozo, hasta el punto de andar nadando en ellos con menos conciencia de los mismos. Tal vez por ello se afirme que es con el dolor cuando somos más conscientes del valor de la vida y de su sentido. Por ahí es por donde hay filósofos y poetas que encuentran sentido al dolor.
Se me ocurren estos estados de ánimo como más frecuentes y temidos:
a)      El primero es, sin duda, el de la soledad. Cualquier otro dolor o estado de ánimo negativo se puede soportar con su correspondiente positivo, con la compañía. La soledad es el mal de siempre, y, tal vez, un poco más el de nuestros días. A pesar de todos los medios de comunicación a nuestro alcance.
b)      El segundo acaso sea el de la depresión, esa situación tan misteriosa que no siempre es fácil de comprender desde fuera y que sitúa al que la padece como ajeno a la lógica y a merced de la abulia y de la falta de interés por nada.
c)       La tristeza puede ser el tercero, esa falta de empuje y de complacencia que te lleva hacia la oscuridad y hacia el desánimo. Es un sentimiento complicado y yo creo que no siempre negativo, sobre todo cuando esa tristeza tiene como causa la reflexión y la certeza de lo difícil que se presenta la mejora de las cosas. En todo caso, prefiero una dosis de tristeza controlada a una risa idiota, imbécil e incontrolada.
d)      El estrés parece que ocupa y preocupa cada día a más personas; en él andan instalados muchos seres humanos, incapaces de entender que el tiempo es el que es y que el ritmo tiene que ser continuado pero no excesivo, y que la actividad debe responder a una planificación en la que tenga espacio el descanso y la eliminación de opciones. Tal vez habría que volver a aprender algo de latín y traducir con calma aquello de “festina lente”.
e)      Anotaré como último titular de este quinteto la discapacidad mental o física. Las condiciones sociales y las perspectivas de vida implican consecuencias también negativas, como esta que cito. Los hogares y las residencias están llenos de personas que necesitan ayuda física, mental o ambas.
No está mal como equipo para hacernos pensar. Cada apartado tiene su desarrollo, sus causas y sus consecuencias, y daría para muchas reflexiones. La suma de varios provoca momentos complicados. No es poco que aquí apunte al menos su existencia.

Menos mal que no hay mal que cien años dure, que después de la tempestad viene la calma, y que todo se trufa con sus opuestos positivos, a los que hay que agarrarse con energía y con la mejor voluntad. Menos mal. 

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