UNA NOTA DE AMISTAD
(Para José
Luis Morante)
Me entero por los “Puentes de
papel”, esos que yo no transito demasiado (mea culpa) pero que me traen
noticias de la otra orilla, del fallecimiento de tu padre.
Yo ya no tengo fuerzas para darte consejos, solo algunos años a la espalda y esa misma experiencia amarga que me
dejó transido hace ya tiempo. Solo por eso sé que no hay alivio ni teorías ni
coño que les valga para dar puerta y carpetazo a la tristeza. Tal vez, acaso,
puede que, no se sabe, es posible, dicen que, se comenta… que el tiempo vuelve a hacer de las suyas, te manda otras imágenes, que a su antojo se van
adueñando de lo que va perdiendo los perfiles.
Pero si la tristeza se empecina,
no te opongas a ella, que en su seno viven también los restos de la vida, del
tiempo y del espacio, esos conceptos amplios y difusos en los que nos movemos
como el viento, sin rumbo definido.
Porque el tiempo pasa, que es lo
que siempre pasa, y la vida se olvida de esos ritmos que queremos ponerle, y no
se acuerda de pararse un rato a contemplar todo lo que se ha vivido. Pero ahí
sigue siempre, caprichosa, entera y empezada, para que tú y nosotros la
violemos con algunos principios y con actos que nos sostengan tiesos y mirando
lo pasado y lo que está por venir.
Cómo se vuelve todo más pequeño y
querido por pequeño cuando se van los días y los años. “Se canta lo que se
pierde”. Pues cántalo sin miedo y sin pudores. Porque es también un poco de tu
vida la que se ha disipado entre los brazos del tiempo y del olvido.
Y recuerda, amigo, somos espejos
cóncavos del tiempo. Un abrazo en el dolor.
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