jueves, 13 de marzo de 2014

NO FUE SOLO EL AMOR



Hay restos de nostalgia en el camino
que a Ítaca conduce desde el último
despojo del combate que hubo en Troya.
Y es la diosa ojizarca la que rige
los destinos de Ulises el astuto.

Soñar con ver la meta y sus arenas
es imposible si la aurora invita
a esperar otro día de desgracias
o de amable acogida en un viaje
errante e infinito. Pareciera
que todo se halla en manos del destino.

¿No le aguardaba en Ítaca el anhelo
del amor de una esposa o el contento
de un hijo tan crecido y tan robusto?
¿Tampoco el fiel recuerdo de aquel padre
anciano  y alejado delas luchas
de tanto falso noble codicioso?

¿Fue el extraño placer de la venganza
lo que alargó el feliz descubrimiento
de aquella identidad que se ocultaba
a los ojos llorosos de la esposa,
a la visión del viejo porquerizo
y del joven Telémaco, su hijo?

¿Acaso el ciego aedo se ha olvidado
de que es amor lo que al futuro empuja
y nada debe detener su empeño
ni diluir la pasión en otras cuitas?

Fidelidad, amor, perseverancia,
cuidado de los dioses, amistad,
son las armas del héroe soberano
que vence a los demás y les enseña
el camino preciso hacia el palacio

de las arenas límpidas de Ítaca.

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