CONTRALUZ
Me gusta imaginarte despeinada,
con la sonrisa tenue
y un aire distraído que te envuelve
en esa soledad que te aseguran
las paredes oscuras de tu casa.
Tienes las manos laxas, en suspenso,
pero, a veces, señalas, sugerente,
esos espacios húmedos y densos
que dicen la memoria de tu cuerpo,
tu desnudez no extraña a los objetos
que pueblan los espacios de las habitaciones,
es tu silueta un hálito
saliendo de las olas más oscuras
y tus senos anuncian tu presencia,
como luces redondas.
Te mueves al compás de las caricias
que te señala el roce demorado
del viento por tu cuerpo;
a veces te reclinas y te tiendes
despreocupada y lenta, o te aproximas
a la irisada luz de la ventana.
Entonces te descubres, te recatas
y vuelves tu figura despeinada
hacia el frescor gozoso
de tus habitaciones.
Me gusta imaginarte en luz velada;
no quiero las postales
expuestas a la luz de los balcones:
no me mueve la fe de tu evidencia
sino la tenue luz de tu figura.
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