lunes, 1 de agosto de 2011

DOS LIBROS CON ESPECIAL SABOR

Voy encontrando respiros y calmas de más tiempo en esta recuperación a la que me veo obligado y en la que únicamente tengo que mirar hacia el futuro, con la sensación y casi con la certeza de que todo irá cada día un poquito mejor.
En uno de esos respiros he tenido la ocasión de leer -quizás no con la mejor concentración- un libro que para mí supone una satisfacción especial. Se trata de “Alconétar, Fierabrás y la puente de Mantible”, escrito por mi amigo Jesús Majada. Me lo trajeron, el viernes, Antonio y Mercedes, que subieron desde Cáceres para estar un buen rato conmigo y para darme ánimos. Se lo agradezco mucho. Con este libro, me subieron también la edición que entre Antonio y Jesús han preparado de la obra de Calderón y que se llama también “La puente de Mantible”. De este trabajo ya di cuenta cuando me lo enviaron para revisarlo y hoy también celebro que ya esté en la calle, y por ello felicito a mis dos amigos.
Hoy anoto alguna impresión acerca del libro de Jesús. Por encima de todas, la misma que me causó la preparación de la obra de Calderón: el hecho de que mis amigos tengan aficiones  y capacidades para enfrentarse a los textos clásicos, de analizarlos y de presentarnos a nosotros una lectura fresca que nos aproxima a hechos y contextos que, de otra manera, no es fácil que se pasearan por delante de nuestros ojos.
Jesús es una persona cuajada en estos asuntos. Por si fuera poco, es él quien prepara todo el proceso de edición. ¡!Hasta tiene su propia imprenta!! Le avalan muchos trabajos anteriores y domina muy bien la investigación, sobre todo a la hora de aportar datos y fuentes, y de enlazar en perfecta urdimbre los distintos aspectos que componen el todo.
Para mí estos dos libros han supuesto una aproximación a un hecho legendario, caballeresco y casi mítico del que no tenía noticias, si acaso en algunos elementos aislados bebidos en la lectura del Quijote. En el estudio, Jesús sitúa en el nivel correspondiente cada elemento y da cumplida respuesta a lo que puede suponer cada elemento en el conjunto de la leyenda, hasta dejar un cuadro en el que la leyenda y sus partes aparecen al servicio de otros intereses más inmediatos y visibles, como son los de la orden del Temple y su situación en el estratégico paso de un río, con sus pontazgos, sus tierras y todos los intereses añadidos.
Me hubiera gustado mucho que ambos trabajos hubieran aparecido juntos, pues, con solo un corto añadido de carácter específicamente literario, hubiera supuesto una edición completísima de todo lo que supone la Leyenda de Carlomagno y la obra de Calderón,  esa imaginaria “Puente de Mantible”. Y, amigos míos, entonces, esa edición tendría que haber encontrado acomodo y sitio en cualquiera de las “grandes” editoriales.
Yo desde aquí no entraré en más detalles. Solo quiero volver a felicitar a mis amigos por proporcionarnos estos dos libros, que tanto pueden enseñar y entretener, e invitar a cualquiera a adquirir algún ejemplar para alguna de estas tardes de verano o de otoño que tan placenteras resultan deshojando libros y dejándose llevar por los elementos imaginativos que nos proponen.
En alguna página anterior de este Diario Menor, casi improvisé un romance popular en el que, siguiendo los pasos resumidos de la obra de Calderón que editan ahora mis amigos, revivía, en algunos versos en tono jocoso, los avatares de la leyenda. Hoy recuerdo el romance con cariño y, también a través de él, recuerdo a mis amigos.
Es un lujo tener amigos así.

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