viernes, 8 de enero de 2016

POESÍA NECESARIA


En cualquiera de sus dos vertientes, la de la escritura o la de la lectura, me pregunto por la necesidad de la poesía. Me lo pregunto yo como creador y como lector, y supongo que se lo plantearán también muchos lectores (doy por hecho que lo hacen todos los creadores).
Y no es cuestión para resolver en un momento. Porque tal vez entendamos y estemos de acuerdo en que la poesía es necesaria, pero tengo la impresión de que, a estas alturas, todavía no sabemos muy bien para qué.
Seguramente, como sucede con todo, la finalidad y la causalidad son múltiples y solo nos queda apuntar alguna de las razones que nos parezcan más pertinentes y decisivas.
Es un poco grandilocuente la expresión, pero creo que recoge bastante bien un racimo de causas y fines por los que un creador se pone a dibujar poesía: Se escribe para salvarse. ¿Pero salvarse de qué? Seguramente de una complacencia, de un dolor, de una monotonía, de una necesidad, de una situación desigual.
Esto significaría que el creador, antes de concretar el poema, tiene en su cabeza el desajuste necesario que provoca la reacción de la escritura concreta. El esquema sigue siendo el mismo: se ve, se contempla, se analiza, se siente, se reacciona hacia un modelo mejor del momento o de la vida, y se produce la creación. La creación es siempre huida de algo o deseo ferviente de que algo permanezca como está, y, por ello, expresión de miedo a que se modifique ese status.
Si así fuera, la creación poética se concretaría esencialmente en un acto comunicativo al propio creador y al lector posterior: poesía como comunicación.
Pero el poeta ha de enfrentarse con la argamasa formal de la creación, con la palabra. Y lo mismo debe hacer con la masa significativa. Y es en ese moldeado donde se hace héroe o villano. Es en el proceso cuando los descubrimientos, los deslumbramientos y las decepciones se producen y se vienen a la cara del creador. Es en esta faceta en la que la creación poética se proclama no como un acto de comunicación sino, sobre todo, como un acto de descubrimiento y de conocimiento.
En esta dualidad seguimos mientras en cada poema se fragua una lucha de precisión, de originalidad, de dominio del lenguaje y de sus técnicas, de distribución de contenidos, y de indagación general.
Y más tarde, la descodificación del lector, el azar de la coincidencia o no de las escalas de valores y de gustos, los añadidos personales, los condicionamientos sociales y culturales, y todas las demás variables que son consustanciales a todo acto de comunicación, que no son pocas.
Cada cierto tiempo el creador se pregunta por las causas y por las consecuencias de su labor; lo necesita hacer para darse consistencia a sí mismo y para seguir en la pelea, sin saber con demasiada certeza por qué hace lo que hace ni para qué lo hace.

“Mientras…, habrá poesía”. Tal vez por eso.

No hay comentarios: