jueves, 2 de mayo de 2013

EN EL NOMBRE DEL DIOS CLEMENTE Y MISERICORDIOSO

Cualquiera podría pensar que se trata de una oración o de algún salmo bíblico. Casi. Esta es la fórmula con la que comienzan -salvo creo que en un caso- todos los Suras del Corán.
Como tantas veces, casi por azar -o tal vez no-, dedico horas los últimos días a la lectura de textos que tienen que ver con la religión islámica y con sus aplicaciones. En concreto, hace muy poco que he leído con atención un largo ensayo titulado “La revolución europea. Cómo el Islam ha cambiado el viejo  continente” y ahora leo suras del Corán. Creo que se nos olvida con frecuencia que se trata de doctrina -o al menos de orientación- para más de mil millones de personas y que su aplicación está provocando numerosas dificultades diarias gravísimas. Hay que prestarle atención para intentar hallar alguna explicación a todo esto. Así que me he puesto la chilaba y me he colocado en la terraza mirando para el oriente por si me llega alguna luz y me ilumina.
No tengo suerte porque se me caen de las manos las indicaciones.
El ensayo de “La revolución europea” pone de manifiesto la cantidad de dificultades que se vienen presentando en la integración -o más bien en su falta- en los países europeos con la creciente inmigración de islámicos. Tal vez se carguen las tintas pero me parece que los innumerables datos ponen de manifiesto que la dificultad está ahí y que hay que afrontarla con tino, con cuidado y también con firmeza.
Pero ahora andaba a vueltas con el Corán.
Me pasa como con los Evangelios; hay muchos cristianos, y específicamente católicos, que enfrentan pensamientos e ideas sin haber leído con atención los textos. No sabe uno de dónde pueden sacar las fuerzas, ni siquiera las palabras. No obstante, lo hacen con energía y sin resquicio para la duda. El diálogo así se torna difícil. Y la convivencia, peor, casi imposible. Cuando todo esto se traslada a los medios de comunicación, a la opinión pública, a las costumbres y a las tradiciones, y de todo ello se hace doctrina absoluta, todo se complica y se vuelve recelo y dificultad. En las versiones más extremas -ahora pienso más en el islamismo-, tenemos los eternos conflictos, las guerras y la sucesión casi infinita de muertes, venganzas, asesinatos  y desolación por esos mundos no de dios.
Las tres religiones del Libro (cristianismo, judaísmo e islamismo) tienen mucho en común y uno cree descubrir que también mucho en enfrentamiento, acaso por diferenciarse en la manera de dar forma y visibilidad a ese dios único en el que creen las tres. Porque si las tres parten y aspiran a un dios único, también las tres acceden a él de manera diferente. El cristianismo lo hace desde esa cosa tan extraña de la Trinidad, mientras que el judaísmo sigue esperando la llegada de un Mesías definitivo, y el islamismo no admite ninguna variante ni apego al dios único y solo considera al resto de personajes profetas o enviados: Jesús, Mahoma, Abraham…
Después, cada una de las tres religiones pone cara diferente a esa idea de dios en la vida real. Las tres se apoyan en los mismos libros primitivos: son los del Pentateuco. A partir de ahí difieren y arriman o separan textos según les interesa. Qué interesante sería que todos los creyentes conocieran realmente los contextos en los que nacen y se desarrollan las tres religiones para dar cuenta de qué significan los textos de cada una.
Como ahora toca el Corán, recojo algunos versículos que tienen que ver con ese carácter -común también para las tres religiones- según el cual el dios anda siempre asustando a los fieles si no cumplen a rajatabla sus indicaciones y mandatos. ¿Por qué hay que asustar siempre desde la infinita clemencia y misericordia? ¿No será esa la coartada para el anuncio de penas y castigos por doquier? ¿Por qué hay que organizar siempre la vida desde el temor al castigo, y encima eterno? ¿Dónde está el amor por encima de todo? Y si existe el amor, ¿cuáles son las necesidades del temor? Es más, ¿qué sentido tiene el pecado, el programa de salvación y la clemencia y la misericordia? ¿No tendrán, por desgracia otras explicaciones más a ras de tierra, temporales y de apoyo a otros poderes?
Ahora no se trata de enredarse en teologías ni en sociologías, aunque ahí queda el apunte. Vamos con las citas tomadas al azar:
“El Señor ha querido probar la verdad de sus palabras y exterminar hasta el último de los infieles” Sura VIII, 7.
“Entonces les dijo a los ángeles: Estaré con vosotros. Id a dar firmeza a los creyentes. Yo sembraré el terror en el corazón de los infieles. Y vosotros, golpeadles en las nucas y en los extremos de los dedos” Sura VIII, 12.
“A todo el que se separe de Dios y de su apóstol Dios le hará sentir cuán terrible es en sus castigos”. Sura VIII, 13.
“Tal es vuestra retribución, sufridla: el fuego está preparado para los infieles”. Sura VIII, 14.
“Todo el que vuelva la espalda el día del combate, a menos que sea para volver a la carga o para reponerse, será herido por la ira de Dios. Su morada será el infierno; ¡qué horrible mansión!”. Sura VIII, 16.
“No sois vosotros quienes les matáis, sino Dios. Cuando lanzas un dardo, no eres tú quien lo lanza, sino Dios, para exponer a los fieles a una hermosa prueba”. Sura VIII, 17.
Así, todo seguidito. Y juro que el Corán está lleno de estas amenazas. Va usté a la mierda, anda.

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