La anécdota y la categoría deberían servirnos para aprender a jerarquizar ideas y actuaciones, para separar el polvo de la paja y para practicar la criba durante todo el año: solo así tendremos productos exquisitos y comidas placenteras; solo así merecerá la pena ponernos a pensar y a dialogar sin que nos den ganas de levantarnos de la mesa en el primer turno de intervenciones; solo así podremos avanzar de verdad sin perdernos en minucias y en tonterías.
Sucede con todo en la vida y las pruebas se nos ofrecen cada día y a cada momento. Hoy quiero recordar un par de ejemplos actuales de lo que digo.
a) Asistí ayer de nuevo a la manifestación que la comunidad educativa convocó en protesta por lo que parece inminente aprobación del nuevo proyecto de ley de educación: LOMCE. Se juntó un buen número de personas. Lo mismo ocurrió en toda España. El personal que vi reunido era de muy diversos pelajes y con alguno no iría con gusto ni a tomar un vaso de vino. Seguro que cada uno de nosotros -yo también- defiende un modelo educativo en el que destacaría apartados que el de al lado dejaría pasar con complacencia, o al menos con indiferencia. Pero el núcleo de la protesta se gritaba en común, la esencia -que viene a resumirse en la necesidad de conseguir para todo hijo de vecino una sensación de igualdad a través de la educación- era suscrita por todos. En ese espíritu se llenaron las calles de esta ciudad estrecha y en ese ánimo se llenaron las de las ciudades de España. Después, los medios de comunicación -otra vez los medios de comunicación, prácticamente todos en manos de la derecha-, volvieron a ponerse estupendos buscando tres pies al gato en aspectos parciales y minúsculos a los que poder agarrarse, con el consiguiente disgusto para los que ven silenciadas o tergiversadas sus opiniones. Yo también discutiría aspectos concretos de lo que se anuncia, incluso estaré de acuerdo en algunos. Pero dejaré oír mi voz, si puedo, en ayuda de esa idea general de igualdad de oportunidades sin la cual la justicia es simplemente una quimera y un engaño a todas luces.
b) Ayer falleció el actor Alfredo Landa. Este actor ha marcado época en los últimos cuarenta años y ha venido a configurar un prototipo de personaje peculiar en el que, para bien o para mal, se veía reflejada buena parte de la sociedad normalita española. Mi opinión sigue siendo la misma: un buen número de películas del cine español son para tirarlas a la basura; otro buen número es para enmarcar y para presumir de ellas. En mi generación universitaria era gala despreciar por completo todo este llamado cine español sin parar a considerar nada de él; en cambio, todo lo que llegaba de la meca de los Estados Unidos se adoraba con la barriga en el suelo y con las piernas abiertas. Creo que en parte sigue sucediendo. Yo creo que para entonces ya se me habían pasado los sarpullidos de la imbecilidad ante lo extraño, si es que alguna vez los tuve. De hecho me sigue quedando un poco bastante ese rechazo precisamente a lo contrario, a eso que viene nadando en la escala de valores del imperio y que huele a Hollywood: a las pruebas y a lo que escribo me remito.
También me sucedió -menos- después con algunos de mis compañeros de trabajo. Aún recuerdo a una profesora, que tenía algún hijo con nombre de árbol, diciendo majaderías de desprecio por este tipo de cine, tan atildada ella, tan señorita, tan vaga, tan snob, tan gili. Por las Extremaduras debe de seguir pues a ellas se marchó con buen viento una año cualquiera.
Cualquiera puede amoldarse a los gustos que tenga en ganas, pero despreciar sin analizar y solo por la aparente falta de espectacularidad, de galanismo o de efectos especiales no es más que una buena muestra de falta de reflexión y de argumentos y una estancia idiotizada en el reino del papanatismo y de la tontería.
Reivindico aquí no solo al actor extraordinario de La vaquilla, de El bosque animado, de Los santos inocentes, de Vente a Alemania, Pepe, de… sino al cine que venía a poner en la pantalla un retrato de la España de las últimas décadas, de una España que es la mía, para lo mejor y para lo peor. Con independencia de las ideas de cada cual, incluidas las de Alfredo Landa, con las que seguro que no coincidiría siempre precisamente.
Y reivindico la idea general e irrenunciable de la existencia del sentido de comunidad y de ayuda para que se cumpla la igualdad de condiciones, sobre todo entre los más necesitados, elemento sin el cual todo lo demás carece de sentido y de justicia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario