miércoles, 4 de octubre de 2023

VIOLAR

 

VIOLAR

«A nadie se le ocurriría amnistiar a un violador que está metido en la cárcel. Si ha habido un escándalo monumental porque algunos violadores han ganado años de cárcel, ¿cómo se puede soportar que alguien viole a 40 millones de españoles? Quien viola la Constitución está violándome a mí».

 Palabras textuales de Rodríguez Ibarra, expresidente de Extremadura, hoy mismo, acerca de la posible amnistía. Casi nada. Estas declaraciones han escandalizado a medio país, o al menos a muchos de los dirigentes políticos que más se escuchan. Veamos.

Una palabra debe ser interpretada a partir de su étimo, de su origen, tanto en la forma como en el significado. Porque una palabra, sobra decirlo, posee significante y significado. Pues bien, «violar» (y sus derivados: violador, violencia…) procede del verbo latino «violare». Ninguna dificultad en la evolución fonética, pues conserva la forma tal cual, salvo la pérdida de la -e final. Su significado primitivo es el de hacer violencia, maltratar, saquear, profanar. También parece evidente que posee un significado general, que se aplica a cualquier tipo de violencia. A cualquier tipo. La RAE lo recoge con esta definición: «infringir o quebrantar una ley, un tratado, un precepto, una promesa». Es verdad que, en su segunda acepción, se concreta en esto: «Tener acceso carnal con alguien en contra de su voluntad…». De nuevo (parece que con buen criterio) mantiene como significado básico el general de causar violencia infringiendo cualquier ley.

Los componentes de una lengua, las palabras, evolucionan constantemente, tanto en la forma como en el significado. Nosotros no hacemos otra cosa que hablar latín evolucionado. Las causas son muy numerosas, como son numerosos los elementos que se cruzan en la vida de cualquiera. En la evolución de los significados, es el campo de las connotaciones (esos añadidos emocionales según el contexto) el que más se ve expuesto a los cambios. Y en ellos meten baza y se llevan el gato al agua los elementos, particulares y sociales, que más fuerza poseen. Sin necesidad de concretar, es muy sencillo reconocer la importancia de la religión en el significado de muchas de nuestras palabras. Piénsese en los eufemismos…

Pues en estas estamos cuando al señor Ibarra no se le ocurre otra cosa que utilizar la palara «violar» con las connotaciones sexuales, que lo acaparan todo, aplicadas al mundo político. El fin del mundo, el apocalipsis. Pues saben qué les digo, que lo ha calcado; etimológicamente, lo ha calcado. Pero, como no ha sido políticamente correcto, le ha caído la del pulpo. Los mismos que, con toda naturalidad, dicen que alguien «ha violado la ley» se escandalizan por un uso correcto, primitivo y general. Se olvidan interesadamente -peor sería que fuera por ignorancia- de que, en democracia, todo lo que no es ley es violencia.

En el ejemplo que nos ocupa, vamos de lo general a lo particular, podemos decir que hacemos sinécdoque invertida pues aplicamos el todo a una parte. Ya ven, una pirueta literaria más.

Pero, como el mundo vive de apariencias, y las connotaciones le han robado totalmente el terreno a las denotaciones, habrá que intentar adaptarse para seguir viviendo en comunidad. ¿Hasta qué punto esa adaptación? Como siempre, la comunidad es la que construye la lengua, es su dueña, y no está mal que así sea. Sin embargo, no parece que sea pedir demasiado cuando se sugiere que al menos esa comunidad se deje guiar por quienes conocen algo mejor el percal, simplemente porque se dedican a ello.

Con la iglesia hemos topado, y no se trata de la iglesia física del Toboso, aquella que aparece en uno de los capítulos de la inmortal obra de Cervantes, sino de otra, o de otras, que poseen una fuerza capaz de orientar las sensibilidades y las opiniones en un sentido o en otro.

El señor Ibarra ha calcado el uso de «violar». Media sociedad se ha escandalizado. Tenemos una dificultad grave en la comunicación. En estos momentos, violar solo nos lleva a contextos sexuales, eso que parece que ahora lo copa todo. Como si no se pudiera violar ninguna otra ley. Cachis.

En todo caso, señor Ibarra, tenga cuidado con las imágenes, que el mundo no es más que representación, y se le puede quedar mala cara en el espejo gigante de la pasarela pública.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Antonio, hemos llegado a tal extremo de ignorancia, que da miedo hacer comentarios casi de cualquier cosa.

Anónimo dijo...

No soy anónimo, soy Mayca.