VIOLAR
«A nadie se le ocurriría amnistiar a un violador que está metido
en la cárcel. Si ha habido un escándalo monumental porque algunos violadores
han ganado años de cárcel, ¿cómo se puede soportar que alguien viole a 40
millones de españoles? Quien viola la Constitución está violándome a mí».
Palabras textuales de
Rodríguez Ibarra, expresidente de Extremadura, hoy mismo, acerca de la posible
amnistía. Casi nada. Estas declaraciones han escandalizado a medio país, o al
menos a muchos de los dirigentes políticos que más se escuchan. Veamos.
Una palabra debe ser interpretada a partir de su étimo, de su
origen, tanto en la forma como en el significado. Porque una palabra, sobra
decirlo, posee significante y significado. Pues bien, «violar» (y sus
derivados: violador, violencia…) procede del verbo latino «violare». Ninguna
dificultad en la evolución fonética, pues conserva la forma tal cual, salvo la
pérdida de la -e final. Su significado primitivo es el de hacer violencia,
maltratar, saquear, profanar. También parece evidente que posee un significado
general, que se aplica a cualquier tipo de violencia. A cualquier tipo. La RAE
lo recoge con esta definición: «infringir o quebrantar una ley, un tratado, un
precepto, una promesa». Es verdad que, en su segunda acepción, se concreta en
esto: «Tener acceso carnal con alguien en contra de su voluntad…». De nuevo
(parece que con buen criterio) mantiene como significado básico el general de
causar violencia infringiendo cualquier ley.
Los componentes de una lengua, las palabras, evolucionan
constantemente, tanto en la forma como en el significado. Nosotros no hacemos
otra cosa que hablar latín evolucionado. Las causas son muy numerosas, como son
numerosos los elementos que se cruzan en la vida de cualquiera. En la evolución
de los significados, es el campo de las connotaciones (esos añadidos emocionales según el
contexto) el que más se ve expuesto a los cambios. Y en ellos meten baza y se
llevan el gato al agua los elementos, particulares y sociales, que más fuerza poseen.
Sin necesidad de concretar, es muy sencillo reconocer la importancia de la
religión en el significado de muchas de nuestras palabras. Piénsese en los
eufemismos…
Pues en estas estamos cuando al señor Ibarra no se le ocurre
otra cosa que utilizar la palara «violar» con las connotaciones sexuales, que
lo acaparan todo, aplicadas al mundo político. El fin del mundo, el
apocalipsis. Pues saben qué les digo, que lo ha calcado; etimológicamente, lo
ha calcado. Pero, como no ha sido políticamente correcto, le ha caído la del
pulpo. Los mismos que, con toda naturalidad, dicen que alguien «ha violado la
ley» se escandalizan por un uso correcto, primitivo y general. Se olvidan
interesadamente -peor sería que fuera por ignorancia- de que, en democracia, todo
lo que no es ley es violencia.
En el ejemplo que nos ocupa, vamos de lo general a lo
particular, podemos decir que hacemos sinécdoque invertida pues aplicamos el
todo a una parte. Ya ven, una pirueta literaria más.
Pero, como el mundo vive de apariencias, y las connotaciones le
han robado totalmente el terreno a las denotaciones, habrá que intentar
adaptarse para seguir viviendo en comunidad. ¿Hasta qué punto esa adaptación?
Como siempre, la comunidad es la que construye la lengua, es su dueña, y no
está mal que así sea. Sin embargo, no parece que sea pedir demasiado cuando se
sugiere que al menos esa comunidad se deje guiar por quienes conocen algo mejor
el percal, simplemente porque se dedican a ello.
Con la iglesia hemos topado, y no se trata de la iglesia física
del Toboso, aquella que aparece en uno de los capítulos de la inmortal obra de
Cervantes, sino de otra, o de otras, que poseen una fuerza capaz de orientar las
sensibilidades y las opiniones en un sentido o en otro.
El señor Ibarra ha calcado el uso de «violar». Media sociedad se
ha escandalizado. Tenemos una dificultad grave en la comunicación. En estos
momentos, violar solo nos lleva a contextos sexuales, eso que parece que ahora
lo copa todo. Como si no se pudiera violar ninguna otra ley. Cachis.
En todo caso, señor Ibarra, tenga cuidado con las imágenes, que
el mundo no es más que representación, y se le puede quedar mala cara en el
espejo gigante de la pasarela pública.
2 comentarios:
Antonio, hemos llegado a tal extremo de ignorancia, que da miedo hacer comentarios casi de cualquier cosa.
No soy anónimo, soy Mayca.
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