EL TIEMPO SE HA HECHO PESO EN MIS ESPALDAS
con una rapidez desconcertante.
Lo que otro tiempo fueron horas todas
de amores encendidos, ilusiones,
proyectos de futuro, planes, cálculos,
hoy son solo un relámpago que brilla
sin darme apenas tiempo a deslumbrarme
con la fuerza absorbente de sus luces.
Yo también soy un tímido relámpago
que mira hacia la noche y que se siente
tal vez un espejismo, coincidencia
de las reglas sin regla del azar
en esa sucesión interminable
de cuerpos y más cuerpos y más cuerpos,
que vino a dar por suerte en este
cuerpo,
como resto de todos los naufragios.
Pienso a veces que solo soy pasado,
recuerdos que, al volver a revivirlos,
me dejan sin resuello, balbuciendo,
en medio de esas horas de la tarde
que apuntan con sus sombras al ocaso.
Y no he de ser proclive al desaliento,
pues que todo se ha puesto a mi servicio
y el pasado no es más que la cosecha
que madura en las manos del presente.
No quiero ser historia, pues aspiro
a ser vida y conciencia en cada trance
que me asignen el tiempo y el espacio.
Suplico a mi conciencia que haga cuenta
de que no tengo prisas, pues la vida
merece casi siempre hasta vivirla.
¡La noche que persigue al horizonte
se presenta tan lóbrega y tan larga…!
1 comentario:
Tenemos derecho para entrar en desánimo, pero solo un ratito.
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