El pasado jueves, día 26, se cerró el ciclo que se ha dedicado en Béjar
al conocimiento del Fuero, para celebrar su restauración. Se habían destinado
sesiones a glosar sus contextos y sus contenidos, y, por fin, tocaba poner un
colofón musical.
Pero no podía ser cualquiera, pues el Fuero y su época eran y habían
sido los que habían marcado el tema. Por ello se acudió al Grupo de
interpretación MEDIAEVUM, grupo musical burgalés de amplia trayectoria, pues
funciona desde 1988 y estudia e interpreta música medieval. Para el caso
eligieron un guion con tres partes: la primera dedicada a las Cantigas de
Alfonso X; la segunda al amor trovadoresco; y la tercera a canciones de
alabanza a Santa María. El lugar elegido para la actuación fue el Teatro
Cervantes, que puso marco extraordinario a la música que se interpretó. Algo
más de asistencia de público que en jornadas anteriores. En lo que a la
interpretación se refiere, creo que se puede destacar la finura de las voces y
el amplio espectro de instrumentos que se utilizaron. En general, todo
contribuyó a vivir una velada agradable para todos.
Me resulta interesante hacer notar que la música medieval que
conservamos y que nos trasladan los grupos que a ella se dedican recoge
esencialmente la sensibilidad de los grupos poderosos. Así las Cantigas
alfonsíes, que salen de la corte, aunque recojan también elementos populares.
El fenómeno de los medios sociales que vulgarizan y extienden cualquier hecho
hasta los últimos límites y sin restricciones es algo que solo nos ha tocado
vivir a nosotros ocho siglos más tarde. Y, si es verdad que algunos textos
conservados se aventuran sin remilgos en terrenos populares y poco correctos,
son los menos. Los poderes son los que son y los que dirigen son los poderosos.
Así que música religiosa, alabanzas a la Virgen (siglo trece, siglo mariano) y
algún guiño al amor, pero a un amor acotado y sujeto a reglas, más trovadoresco
que juglaresco.
No costaba mucho imaginarse, entre las notas del concierto, el ambiente
en el que esas canciones sonaban en la época del Fuero de Béjar. Pero no era
fácil verlas, a través de la imaginación, por las calles, sino en las iglesias
y en los palacios. Y por entonces en Béjar no había palacios, solo fronteras,
defensas, caballeros, eclesiásticos y muchos, casi todos, trabajadores
explotados por sus señores.
En fin, cada época tiene sus realidades, posee sus leyes, atiende a sus
contextos, se somete a sus creencias y sueña y canta a su manera. La música del
concierto del jueves no era la de la calle, pero sí la de los que organizaban
la vida de nuestros antepasados.
Han sido estas sesiones una visión multilateral de una época ya remota.
Como hago siempre, intento trasladar esa visión a mi realidad, a mi presente, a
ese momento que es mío y que resume para mí el curso de la Historia. Los
paralelismos son muchos, las diferencias también. No es malo compararlos y
decidir con qué nos quedamos. Desde esa rampa de lanzamiento, tendríamos que
intentar hacer definitivo cada instante.
Me alegro de que hechos culturales de esta altura y contenido se
celebren en Béjar, esta ciudad estrecha en la que uno se va volviendo viejo con
la monotonía de tantas vulgaridades. Aplaudo a todos las personas y organismos
que han ayudado para que esto haya sido posible. Me entristece que el apego y
la curiosidad por el mismo hayan sido escasos. Qué le vamos a hacer. Ya veremos
si será lo mismo cuando aparezca no sé qué estrella de los medios, que tal vez
no pasaría de primer curso de solfeo, pero que se nos pondrá en concierto y exigirá
lo que no está en los escritos. Allá cada uno con lo que cultiva y a lo que se
aplica.
Queda, sin duda, lo mejor y más saludable, el acercamiento personal al
Fuero de Béjar, a su lectura y a su conocimiento de primera mano. La última
interpretación es siempre de cada uno. Y su aplicación también Venga.
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