Sabemos que es la reforma
protestante la que da un nuevo sentido histórico al concepto de individuo.
Según esa nueva concepción, el ser individual, el individuo, pasa a ser núcleo
y centro de toda actividad tanto interna como externa. Y de toda esa actividad
se hace responsable, tanto en el sentido religioso (la fe individual), como en
el externo (dueño de su actividad, de su empresa y de su capital). Tirar de
este hilo es tanto como entender un poco mejor el desarrollo histórico, en
religión, en filosofía, en costumbres y en economía, de los países protestantes
frente a los de raíz católica. No como única variable, pero sí como una de las
más importantes.
Pero, sea cual sea el sistema
social en el que el individuo se desarrolle y viva, se encuentra en nuestros
días con una serie de aspiraciones y de condicionamientos comunes, que lo traen
por la calle de la amargura y que lo conducen más o menos atado por los caminos
de la imposición social..
Las estructuras económicas y
laborales obligan al individuo, en ambos casos, a someter una buena parte de su
tiempo a las imposiciones horarias de las estructuras comerciales capitalistas.
Esto en el mejor de los casos, pues una buena parte de los individuos anda
excluida de los circuitos laborales y mendiga el paro o anhela la vuelta al
sometimiento en forma de contratos laborales, aunque sea en sus formas más
precarias y lastimosas.
A partir de ahí, nuestras
fórmulas sociales “liberan” tiempo, que debería ser para cumplir con los deseos
personales de cada uno, esos que, en teoría, tendrían que ennoblecer a cada ser
humano desde la cultura y desde el recreo en la belleza y el arte, en
cualquiera de sus manifestaciones.
Porque no es fácil ennoblecerse
en el tiempo dedicado al trabajo, salvo en las partes de sublimación, en las
que el individuo trabaja y a la vez considera que realiza una actividad que lo
hace más persona, un ser más cultivado y completo, un individuo que contribuye
con sus esfuerzo a la mejora de la colectividad. No es este el caso más
frecuente pues el trabajo reglado es contrato entre esfuerzo y recompensa económica
en su mayor parte.
Nos queda el otro tiempo, el no
laboral, para ejercer nuestras aficiones, para completar nuestra formación y
para realizarnos personal y socialmente. ¿Es este tiempo de ocio o tiempo
libre? ¿Son sinónimos ambos términos? Creo que, si miramos con atención,
debemos deducir que no significan lo mismo. TIEMPO DE OCIO es lo que nos deja
la sociedad para recuperarnos un poco antes de volver a someternos a los
horarios y a las condiciones laborales que nos imponen desde fuera; es el rato
de recreo que nos permiten para que no nos agotemos físicamente, pero que
formalmente y en estructura sigue siendo dirigido por las mismas fuerzas del
mercado laboral. Por eso, nuestro OCIO sigue dirigido desde la publicidad para
que “disfrutemos” con el coche que seguimos pagando a plazos o para que nos
desplacemos unos días de vacaciones para las que hemos estado ahorrando todo el
año y guardando algún dinero en los bancos, esos que tal vez sean dueños de los
hoteles a los que nos invitan a ir en vacaciones. Ocio, pero ocio dirigido;
recreo vigilado.
El TIEMPO LIBRE debería ser otra
cosa; tendría que ser aquel en el que la organización depende en exclusiva de
nosotros, las reglas las imponemos cada uno de nosotros, y en nada o casi nada
dependemos de las superestructuras que nos controlan el otro tiempo, el tiempo
regulado en el trabajo. Es en este tiempo LIBRE en el que tendría que florecer
la personalidad, en el que tendrían que multiplicarse los caminos, en el que
habría que ver cómo se hacen infinitas las posibilidades, según la voluntad de
cada uno y sus deseos de mejora personal.
Siempre que puedo recomiendo la
compra de un producto que parece que no está en el mercado pero que resulta ser
universal y muy productivo. Se trata del TIEMPO LIBRE. Desde él la persona se
puede hacer de manera más libre y activa, pues de ella, y solo de ella,
dependen el camino y la dirección. El otro, el tiempo de ocio, es necesario,
pero está dirigido desde fuera y nos impone sus condiciones abusivas que solo
nos mantienen hasta la vuelta al tajo de la imposición.
Sé que, en los tiempos que
corren, muchas personas se conformarían con tener tiempo de ocio después de su
jornada laboral, aunque no llegaran a aquello del tiempo libre, pues eso
significaría que al menos estaban incluidas en el proceso laboral. Lo sé. Pero
convendría no dejarse engañar y exigir lo que corresponde a la importancia de
la persona como tal, que ha de hacerse a sí misma, sentirse dueña de su proceso
vital y conductora de sus propios anhelos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario