lunes, 23 de mayo de 2016

CONTRASTES


Blaise PASCAL, en su obra Pensamientos, anota lo siguiente: “El silencio eterno de estos espacios infinitos me espanta”. Pens. 91.
El pensador, clérigo y bastante dogmatizado, anda, como todos los de sus características, empeñado en ajustar las realidades y los pensamientos a la dependencia de un Dios, en su caso el dios cristiano. Desde ahí, y con ese condicionamiento tan poco racional, todo le va sobre ruedas.
No es mi intención examinar su obra y mucho menos calificarla, aunque sí he de decir que me interesan muchas de sus anotaciones (el libro es casi una suma de ideas apenas apuntadas en muchos casos), pero son algunas como la que he copiado las de más alcance, a mi entender, y las que más me llaman la atención.
Porque el ser humano, a pesar de todas las banalidades imaginables -algunas cultivadas, en público y en privado, por personas que, aunque solo fuera por su formación, deberían elevar un poco el nivel- sigue guardando en algún rincón oscuro la curiosidad y la duda, al menos ocasionales, del posible sentido o sinsentido del ser en el tiempo y en el espacio. Y en los dos parámetros, la verdad es que a mí también me asusta un poco la posición y el valor del ser humano. Qué poquita cosa, que insignificancia, qué mota de polvo, qué cero a la izquierda.
 Desde este punto de partida salen autobuses en todas las direcciones. Unos apuntan hacia el interior de uno mismo, otros conducen a la exaltación de cada individuo como ser único, muchos sencillamente admiten pasajeros que ni saben adónde van ni parece que les importe un pimiento, los hay que ruedan en dirección racional, y hasta los hay que se desploman por un precipicio hondo y sin retorno.
Hacer sonar los espacios no es sencillo desde las capacidades humanas, siempre tan limitadas; intentar cuadrar esas dimensiones resulta aún más complicado; conseguir que suenen armoniosamente casi es misión imposible… Pero no intentar nada es mucho más angustioso y aniquilador. Tal vez por eso, más adelante vuelve Pascal a la carga: “Al ver la ceguera y la miseria del hombre, al contemplar todo el universo mudo, y al hombre sin luz, abandonado a sí mismo y como extraviado en este rincón del universo, sin saber quién le ha puesto aquí, qué es lo que ha venido a hacer, qué será de él cuando muera, incapaz de todo conocimiento, se apodera de mí el espanto, como un hombre a quien hubieran llevado dormido a una isla desierta y terrible, y que se despertara sin saber dónde está y sin medios de salir de allí. Y por eso me admira ver cómo nadie se desespera ante una condición tan miserable. Veo a otras personas junto a mí, de una naturaleza parecida; les pregunto si saben más que yo; me dicen que no (…). En cuanto a mí, no he podido apegarme a nada, y teniendo en cuenta hasta qué punto hay más apariencia que otra cosa en todo lo que veo, me he empeñado en averiguar si Dios no ha dejado alguna señal suya”. Pens. 393. Ya se vislumbra por ahí algún asunto religioso, en Pascal de signo cristiano. Pero eso ya es otro asunto.

Hoy solo me quedo con el contraste entre el nivel instintivo y sin elaboración de casi todo lo que veo a ras de suelo o de medios de comunicación, para quedarme con este pensamiento que incita a subir un peldaño salvador en mi conciencia.

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