lunes, 2 de mayo de 2016

INVENTOS


“La pólvora, la brújula y la imprenta fueron los tres grandes inventos que dieron lugar a la aparición de la sociedad burguesa. La pólvora acabó con la clase caballeresca, la brújula descubrió el mercado mundial y fundó las colonias y la imprenta fue el instrumento del protestantismo y de la regeneración de la ciencia en general: la palanca con más fuerza para crear los requisitos intelectuales”. Son palabras de Marx en su obra “División del trabajo y taller mecánico”. Son todos hallazgos que se sitúan en los albores de la Edad Moderna y que, sin duda, sirven de lanzadera para la renovación general y para la creación de una nueva sociedad, con unos elementos de creación y de relación muy diferentes a los de la época anterior.
Echar un vistazo a los adelantos científicos y técnicos produce en mí siempre un doble sentimiento que me empuja a contemplar las deficiencias con las que han tenido que lidiar todos mis antepasados (aunque todo hay que interpretarlo desde su contexto), y, a la vez, a la complacencia que me produce saber que vivo en una época plena de vigor técnico y de inventos que por todas partes podrían hacer la vida más sencilla y gozosa al ser humano. He utilizado con toda la conciencia el verbo poder en condicional: “podría”.
Creo que los descubrimientos científicos y técnicos deben ser considerados sobre todo pensando en las consecuencias que de ellos se derivan y en el número de personas que de los mismos se benefician, mucho más que en su espectacularidad. En este sentido, contemplar la aparición de estos tres que cita Marx y sentirse asombrado es todo lo mismo. Él mismo apunta, en una imagen de cada uno, algo de lo que cualquiera de nosotros puede seguir desarrollando. Pienso en la imprenta y en lo que significó, y se me llena la mente de imágenes y de situaciones. Una revolución absoluta, una ampliación y popularización de las ideas, de los lenguajes y de todo tipo de creaciones inconcebible hasta entonces. Un mundo nuevo desde aquel momento.
Pienso también en cuáles podrían ser los tres descubrimientos de mayores consecuencias en nuestros días y no sé por cuáles decidirme. Tal vez tampoco es lo más importante: son tantos y tan extraordinarios. ¿En qué medida ha cambiado la vida de media humanidad la existencia de la lavadora, por ejemplo? ¿Hasta dónde llega el alcance positivo de la telefonía como elemento que ha trastocado totalmente los espacios y los tiempos? ¿Qué parte les debemos a las distintas vacunas en nuestro desarrollo biológico y social? Y así muchos elementos más.
Creo, no obstante, que ningún descubrimiento se puede igualar, pensando en las consecuencias tan diversas que de él se derivan -y todo el universo hacia el que apunta, aún sin desarrollar- como el mundo de internet, con todas sus variantes de ordenadores y aplicaciones. Apenas en dos o tres decenios, le hemos abierto la puerta en nuestra vida, y ya parece que hubiéramos nacido con él y que fuera un apéndice de nosotros mismos, cuando no casi nuestra esencia. Y sus aplicaciones se antojan casi infinitas. Nuestro mundo ya no se vertebra si no es desde el mundo del ordenador en todas sus posibilidades. Él nos ha hecho la aldea más global, nos ha puesto a todos en contacto permanente, ha dado un acceso inmediato a todo tipo de conocimiento y a todo el mundo, y ha abierto unas perspectivas de aplicación que casi ni nos imaginamos, en educación, en medicina, en economía, en ciencia, en justicia…, en todo.

Como sucede con cualquier reflexión, esta no debería terminar sin pedir que los beneficios tan ingentes repercutan en la comunidad entera y no solo en unos pocos. Ese, al fin, es su mejor y su auténtico valor.

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