Qué difícil es hablar con precisión sobre la libertad, esa
facultad que tiene el ser humano para obrar de una manera o de otra, o de no
obrar, por lo que se hace responsable de sus actos.
A reflexionar acerca de este asunto se dedica el filósofo y
economista del siglo diecinueve John Stuart Mill en su obra titulada
precisamente Sobre la libertad. Pocos conceptos han sido tan asaltados,
analizados, considerados, deseados y maltratados como este. Seguramente, porque
es un deseo natural en el ser humano, como reza su definición.
¿Hay alguien que no aspira a vivir y a actuar en libertad? El
estado de esclavitud siempre ha sido impuesto o, si en contextos religiosos se
ha buscado, siempre ha sido con el deseo de alcanzar otro estado más alto de
libertad en la concepción de esos seres religiosos. Tal vez, pues, el meollo
del asunto no esté tanto en su definición como en su puesta en práctica. Por
ello, las dos primeras partes de este ensayo, fundamental en la concepción
clásica de lo que llamamos liberalismo, está dedicada a aquilatar el concepto,
a concretar de qué hablamos cuando al concepto de libertad nos estamos
refiriendo. Por eso incluye afirmaciones tan taxativas como estas: 1.- «La
pugna entre la libertad y la autoridad es el rasgo más dominante de las épocas
históricas que nos son más familiares». 2.- «El único objeto que autoriza a los
seres humanos, individual o colectivamente, a turbar la libertad de acción de
cualquiera de sus semejantes, es la propia defensa; la única razón legal para
usar la fuerza contra un miembro de una comunidad civilizada es la de impedirle
perjudicar a otros». 3.- (tal vez la más arriesgada) Si toda la especie humana
no tuviera más que una opinión, y solo una persona tuviera la opinión
contraria, no sería más justo imponer silencio a esta sola persona que si esta
sola persona tratara de imponérselo a toda la humanidad, suponiendo que esto
fuera posible».
En los capítulos siguientes, el autor trata de dar realidad a
este cuerpo teórico. Por ello, desarrolla todo lo que tiene que ver con «La
individualidad como uno de los elementos del bienestar» y con «Los límites de
la autoridad de la sociedad sobre el individuo». Y aquí el asunto se complica
bastante, sobre todo a la hora de hallar esos límites que reconoce. Estas son
algunas de sus afirmaciones: 1.- «La libertad del individuo queda así bastante
limitada por la premisa siguiente: no perjudicar a un semejante». 2.- «Todo lo
que tiende a destruir la individualidad es despotismo, sea cual sea el nombre
con que se la bautice, tanto si pretende imponer la voluntad de Dios como si
quiere hacer acatar los mandatos de los seres humanos». 3.- ¿Dónde se
encuentra, pues, el justo límite de la soberanía del individuo sobre sí mismo?
¿Dónde se inicia la autoridad de la sociedad? ¿Qué parte de la vida humana debe
ser atribuida a la individualidad y qué parte a la sociedad? Cada una de ellas
ostentará su debida parte si posee la que le interesa de un modo más particular.
La individualidad debe gobernar aquella parte de la vida que interesa
principalmente al individuo, y la sociedad esa otra parte que interesa
fundamentalmente a la sociedad». La última parte está dedicada a la
ejemplificación de estos principios en lo que él llama «Aplicaciones». Todas se
basan en estas dos máximas: 1ª «La persona no tiene que dar cuenta de sus actos
a la sociedad si no interfieren para nada los intereses de ninguna otra persona
más que la suya». 2.- «De los actos perjudiciales a los intereses de los demás,
la persona es responsable y puede ser sometida a castigos legales o sociales si
la sociedad los juzga convenientes para protegerse». Y. desde ese trampolín, al mundo de las
relaciones familiares, económicas, religiosas, educativas, asociativas…
La reflexión filosófica y política es del siglo diecinueve, pero
su actualidad es rabiosa y total. Al fin y al cabo, ¿de qué estamos disputando
cada día y cada hora, si no es acerca de cualquier cosa en tanto que tiene que
ver con el concepto de la libertad? ¿No nos quejamos continuamente de las
imposiciones que, cada vez en mayor número, nos traslada la sociedad, bien
desde los poderes públicos o bien desde las costumbres que ponen tantas trabas
a las innovaciones? ¿No nos alegramos, por otra parte, al comprobar que muchos
de los elementos de nuestro bienestar solo los podemos conseguir y mantener
desde una ayuda colectiva y desde la cesión de algunos de nuestros derechos:
sanidad, educación…? ¿No resulta evidente que casi todas las diferencias que se
escenifican en enfrentamientos continuos entre los partidos políticos tienen
que ver con una concepción distinta de este concepto que nombramos con la
palabra libertad? ¿O qué otra cosa es eso de distinguir y defender o no lo
público y lo privado?
El asunto, como tantos, tiene muchas aristas y su desarrollo
merece un análisis sesudo. Ya lo hace Stuart Mill. Él se vence hacia el lado
del liberalismo: es uno de sus mentores históricos Yo no comparto este análisis.
Tal vez porque empiezo por no descubrir ni dar con el ser humano como ser
individual, sino como miembro de una colectividad, nada menos que de ocho mil
millones de miembros (muchísimos más que hace ya siglo y medio). Y aún menos
cuando compruebo que yo solo no sobreviviría, o volvería a un nivel elemental
de bienestar. Con mil salvedades, porque he de confesar que el poder de las
tradiciones sin reflexión y las medianías multitudinarias basadas solo en
números me complican cuando trato de analizarlas. Además, a la soledad y al
impulso personal próximo a la utilidad y al beneficio personal tampoco le hago
ascos.
Pero no se me ocurre pensar que Stuart Mill era un desalmado ni
un egoísta: él también deseaba la progresión y el bienestar del individuo y de
la colectividad; y lo manifestaba con argumentos y con ejemplos solventes. Tal
vez realidades distintas nos llevan a configurar el mismo concepto de maneras
diferentes. Reflexionar acerca de las ventajas de una y de otra visiones puede
producir una síntesis saludable y fructífera. Cómo me gustaría un foro en el
que poder contraponer reflexiones más extensas.
Con reflexión, con argumentos y dando cabida a posiciones
diferentes, que algo aportarán a la nuestra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario