lunes, 4 de diciembre de 2023

MUERTE EN PALESTINA

 MUERTE EN PALESTINA 

Es Béjar, en España, y es diciembre

de dos mil veintitrés de nuestra era.

Es otoño y hay lluvia en el paisaje.

En los campos de Australia ya puntean

los capullos que anuncian primavera.

Aquí la tarde es gris y arrecia el frío.

En los gélidos fiordos de Noruega

la luz ya está cansada y es de noche.

En el sur de Argentina el sol abrasa

y abarrota las playas de bañistas…

Y así, en la variedad, se mira el mundo

mientras pasan sus días sin constancia

de que nadie le marque ningún rumbo

ni si tienen sus horas un sentido.

 

Hay un bello y pequeño territorio,

que linda con el mar y con un río,

donde mueren los niños cada día,

con la sorpresa a cuestas y la duda

sembrada en sus pupilas. Se preguntan

qué dios les ha marcado su destino,

cuajado de dolor, de sangre y miedo,

y un trayecto vital que solo sabe

a odio y a venganza, a rabia y crimen.

Todo lo que era amor, ternura, mimo,

abrazos de una madre, juegos, vida,

se ha quedado, en hachazo repentino,

en brazos de la muerte y del vacío.

 

Tienen miedo los dioses de esa sangre

que en su nombre tal vez se ha derramado.

El grito de esos niños los acusa

y, en juicio sumarísimo,

los condena, en sentencia firme y grave,

a olvidarse de todo lo que tenga

que ver con el quehacer de los humanos.

 

Desde el suelo de Gaza y Palestina,

sube hasta el cielo inmenso griterío,

que llega a las estancias donde juegan

Alá y Yahvé en sobremesa una partida

con las cartas marcadas y sangrientas.

 

No ganará ninguno, pues los niños

han de seguir gritando hasta que el cielo

los expulse hacia el reino del olvido.

 

 

 

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