BOSQUE
Mirar un bosque desde la distancia
presupone pensar en un todo absoluto.
Si achicamos distancias,
la realidad es otra bien distinta.
Atreverse con ambas perspectivas
es todo un ejercicio de precisión y
tino.
El roble no es lo mismo que el castaño,
ni la encina se asocia con el álamo.
Observar con detalle
cómo se configuran sus cortezas,
cómo suman los años en sus troncos,
de qué manera quieren
alzarse hasta llegar al aire puro,
que trenza un baile limpio con sus
copas;
o mirarnos tendidos en la tierra,
desde sus altas ramas,
mientras el sol ensaya entre las nubes
un aguijón de luz hacia nosotros…
Todo ello implica un curso
en las leyes de física y botánica.
Aquí la ley de Newton hace estragos
relacionando masas y distancias.
Yo debo decidir si me conviene
la vista panorámica,
o un sereno paseo por el bosque
dejándome enseñar por cada especie
de árbol, que, en su altura, me reclama
una amistad a dos, mientras me olvido,
me abandono del todo contemplando
un cielo más lejano y más difuso.
1 comentario:
Estimulante.
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