A la postre, todo se reduce en el razonamiento a eso que llamamos inducción o deducción. Y en ambos procesos, aunque en orden contrario, aparecen los ejemplos concretos y las ideas generales. Cualquiera que desee razonar tiene que presentar hechos para concluir en una idea general que los explique a todos, o ha de describir una idea y después tratar de convencer con su aplicación en diversos ejemplos. Las variantes y las mezclas de ambos procesos son lo que son, solo eso.
Como nadie se puede escapar de alguno de estos dos procedimientos en la vida, uno tiende a considerar cómo se entenderá mejor la persona en la compra del mercado o en el discernimiento en torno de la idea de belleza, por ejemplo.
Poco importa que existan situaciones muy diversas; en términos generales, tiendo a pensar que es más cultivado el método inductivo en los ambientes más “populares” y el deductivo en los más “cultivados”. Cuesta imaginarse a varios sujetos en un ambiente distendido y normal tratando de ejemplificar a partir de una idea general; se hace menos difícil imaginarlos en el intercambio de imágenes concretas, que tal vez no alcancen nunca el nivel de la idea general.
Cualquier nivel podría ejemplificarlo. Los medios de comunicación nos avasallan con imágenes concretas y casi nunca se alzan a la verdad general que englobe esas imágenes; nos llenan los hogares de imágenes violentas pero ni ellos razonan ni nos dejan razonar acerca de la violencia. Y, en el mundo veloz en el que vivimos, a ver quién tiene la fuerza de detener la sesión para pensar en las ideas.
¿Quién analiza las causas de la corrupción política? Casi nadie. A cambio, cada día nos dan servidas varias raciones de la misma. ¿Quién se detiene a considerar por qué se produce la pobreza? Casi nadie. Pero cada hora nos invaden con imágenes de pobres y de situaciones de pobreza. ¿Quién se para a reflexionar acerca de la frivolidad en la vida? Muy pocas personas. A cambio, cada minuto nos llevan a los ojos imágenes y ejemplos de frívolos de papel cuché. ¿Quién le da vueltas mentales a lo que supone la falta de trabajo en el proyecto vital? Muy pocos. Sin embargo, nos llenan con imágenes de parados en las colas del INEM.
No es lo más importante usar un método u otro en nuestro intercambio de ideas y pareceres, pues en ambos participan tanto los ejemplos como las ideas; lo fundamental es saber utilizar ambos elementos, lo que viene a significar sencillamente que lo fundamental es razonar.
El que no sobrevuela los ejemplos hasta llegar a la abstracción es como el que oye ruidos pero se queda sin el regusto de la melodía o no sabe de la razón que ha provocado el bullicio.
No nos lo pone fácil la velocidad con la que nos empujan a vivir: ni la mente más despejada podría pasar de la descripción de imágenes en un anuncio publicitario, por ejemplo. Pero no hemos de cejar en el empeño. Sin abstracción no hay idea; sin idea no hay solidez; sin solidez solo hay improvisación e instinto; la improvisación dirigida por otros nos lleva a la esclavitud, y, entonces, nos movemos en niveles muy por debajo de la dignidad humana, pues solo hay una cosa peor que la esclavitud: la esclavitud con agradecimiento.
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