martes, 19 de agosto de 2025

CÓMPLICES

 

CÓMPLICES

Resulta recurrente la discusión acerca de la labor del escritor e intelectual ante la realidad más acuciante, sobre todo ante los hechos más crueles, como son las guerras y los conflictos que producen hambre y desastres naturales. Se suele afirmar que la literatura, y la poesía en concreto, no tienen como misión arreglar el mundo, sino crear belleza a través de la palabra. Anoto aquí también otra opinión de peso acerca de este asunto. Habla el filósofo y ensayista George Steiner: «La cuestión de si el poeta debe hablar o callar, de si el lenguaje está en condiciones de casar con sus necesidades, es una cuestión real. “Ninguna poesía después de Auschwitz”, dijo Adorno, y Sylvia Plath plasmó el significado latente de esta afirmación de una manera al mismo tiempo histriónica y profundamente sincera. ¿Ha perdido nuestra civilización en virtud de la inhumanidad que implantó y que justificó -somos cómplices de lo que nos deja indiferentes- el derecho a ese lujo indispensable que llamamos literatura? (...). No digo que los escritores deban dejar de escribir. Esto sería fatuo. Me pregunto si no estarán escribiendo demasiado, si el diluvio de letra impresa a través del cual luchamos por abrirnos paso, aturdidos, no representa por sí mismo una subversión del significado».

El contexto de esta frase es el de las guerras mundiales. Hoy no es que haya guerras mundiales, es que el mundo está en guerra, los conflictos se reproducen como setas y cada vez son más letales. Todos deberían porrear en la conciencia de los más sensibles. Algunos resultan sencillamente insoportables. ¿Qué debe hacer el que se manifiesta por escrito y aspira a ser leído? ¿Qué postura tomar ante la constatación de que casi cualquier palabra de un creador ni va a ser oída ni escuchada y no va a influir en absoluto en la resolución de los conflictos? ¿Hay que seguir gritando? ¿Hay que rendirse y olvidar la existencia de esos conflictos? ¿Hay que apuntarse como voluntario para luchar físicamente en el campo de batalla?

Ahí seguimos, con la duda y con la herida a cuestas, con la impotencia a las espaldas y con el desánimo llamando a la puerta. Las variables son muchas y todas tienen algún punto de poyo que las explica. Tal vez lo que menos dudas ofrezca sea todo aquello que apela a la conciencia de cada uno y a la respuesta que a esa llamada tengamos que dar. Cada uno en sí mismo y en los círculos más próximos, en los que pueda dejar alguna semilla que acaso algún día pueda nacer, crecer y dar algún fruto.

En el contexto de mi espacio y de mi tiempo presentes, un incendio devora los parajes naturales que le dan a estas tierras un sabor de lujuria en sus paisajes. La misma teoría y la misma duda. ¿Qué hacer?, cómo gritar?, ¿qué resoluciones personales adoptar?, ¿habrá que echar a la hoguera los versos que proclaman la belleza y quemarla con ellos?, ¿tendremos que analizar a fondo las causas de los desastres y denunciarlas con razones y

prosa sin remilgos y a tumba abierta?

Hay humo en el ambiente, mucho humo. Mi mente se consume en la impotencia y ando desorientado, como el fuego. Que todo acabe pronto y vuelva a ser el cielo sobre el suelo un beso y no un enfado.

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