PRIMER DÍA DE CLASE
Lentamente, cogidos de la mano,
van de casa al colegio abuelo y nieto.
Primeros de setiembre, cielo azul.
Las dos manos son una en que se cumple
todo el valor del tiempo en plenitud.
En la puerta de entrada se despiden.
El niño se sumerge entre los ecos,
que el futuro le ofrece; y el abuelo
conversa con los ecos del pasado.
El niño tiene prisa, pues le llaman
las voces de otros niños en el patio;
el abuelo rescata en su memoria
sus días más azules y lejanos.
Una mano invisible queda en medio
y se estira, amorosa, en un abrazo
que alcanza en su extensión a abuelo y nieto.
Es conciencia de ser, paso del tiempo,
liturgia del amor y la sorpresa
en un acto inocente en que palpita
la vida en su quehacer más diminuto.
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