viernes, 30 de agosto de 2024

LA MADRE

 LA MADRE

Está el hogar callado. Es la mañana,

cuando la luz apunta y el silencio

deja paso al murmullo de la vida.

La madre anda juntando en la cocina

un humilde haz de leña para el fuego.

Encima de la lancha de la lumbre

quedan restos de ayer, algún rescoldo

que se olvidó de arder y guarda la ceniza.

Su soplo tenue aviva una alta llama

y todos los cacharros de la casa

se despiertan y vienen presurosos

a ser ya del hogar la melodía.

Las trébedes se agitan, 

los pucheros se arriman

al crepitar alegre de las ramas,

las sartenes se ofrecen

para freír, alegres, los tocinos

que han de ser alimento en el almuerzo

junto al pobre puchero de patatas…


Se ha puesto en pie la vida y todo canta

las notas de una humilde epifanía.


Es la madre la que he encendido el fuego,

el fuego agradecido de la vida;

la madre, que redime cada día

el callado dolor de la pobreza

y aviva un fuego que ilumina el mundo

con su soplo de amor y de silencio.


El niño la contempla y se complace,

siente, piensa y comprende que la madre

define con su amor lo que es el fuego

que enciende y da sentido al universo.

4 comentarios:

Jose Luis Morante dijo...

Cuánto me gusta la poesía intimista, la que llena las manos de verdad y belleza. Excelente poesía.

Antonio dijo...

Gracias, amigo. Lo que parece más individual termina por ser lo más universal. Ver el mundo con ojos de inocencia es una de las escasas formas de salvarlo y de salvarnos,

mojadopapel dijo...

Nostálgica belleza.

Antonio dijo...

Gracias.