jueves, 15 de agosto de 2024

¿VIAJAR?

 

¿VIAJAR?

Fecha señalada en mi calendario como inicio de un viaje definitivo del que debo guardar el más cariñoso recuerdo. Un anillo más en la cadena de los tiempos y de las generaciones, pero aquel al que me agarro y que me cedió el testigo, ese que yo debo dar a los que me sigan en el tiempo y en la conciencia. Recuerdo que debe permanecer siempre en la memoria.

Otros viajes son más acotados en el calendario. Son las hileras de hormigas que se forman en las carreteras, en las estaciones y en los aeropuertos. ¿Hacia dónde camina tanta gente? ¿Qué buscan en el cambio y en el viaje? ¿Qué hay de costumbre, de moda o de necesidad?

La vida se consume en un viaje, en un de acá para allá sin rumbo fijo, sin saber bien a dónde hay que ir ni dónde hay que sacar el billete o cuál es la estación en la que hay que bajarse.

Todo es contradictorio. Junto al sol y el agua se juntan los días de espera, las prisas de preparación, las aglomeraciones en casi todos los sitios, los despilfarros en gastos de todo tipo, los horarios descontrolados y los desajustes en la serenidad del cuerpo y del ánimo, los desembolsos de lo que no se tiene, las contaminaciones a gogó, las descompensaciones entre lugares atestados de gente y comarcas vacías, los desajustes en servicios públicos, las quejas de todo tipo de la naturaleza, el mundo de apariencias que se crea desde las palabras y las fotografías en lugares por los que se pasa sin detenerse un rato…

En este país de todos los demonios, todo se agrava un poco. Nos visitan gentes de todo el mundo, la industria turística representa un bocado goloso de nuestra economía. Por todas partes se promociona el aspecto económico que esto representa. Pero, al minuto siguiente, casi con tono lastimero, nos quejamos de las sequías, del calentamiento global, de las olas de calor, de los incendios, de la invasión de pisos turísticos, de las aglomeraciones en playas y calles, de la contaminación por todas partes y de todas maneras, de la falta de agua, de la subida de precios, de…

Viajar debería suponer conocer otras culturas, otras formas de vida, otras formas de entender nuestro paso por el tiempo. Todo ello suponiendo que queden por ahí esas otras formas de vida, porque la globalización lo ha puesto todo casi imposible y viajar a Londres para comprar en Zara tal vez no merezca la pena. De nuevo recuerdo la afirmación de Borges cuando decía que el mejor viaje se podía hacer desde una biblioteca y desde las páginas de un libro. Porque aquellos viajeros románticos de mochila al hombro y zapatillas de camino o no existen o no queremos que sean visibles, porque no interesan al mercado. Hasta el Camino de Santiago se ha vuelto una romería.

Y, mientras tanto, los lugares próximos, esos que están ahí al lado, a la vuelta de la esquina, siguen en el olvido, el peor de los desprecios. Siempre pongo el ejemplo de aquellos que se gastan lo que no tienen para darse un paseo en barco por el Danubio (precioso ejercicio, por otra parte), pero desconocen la hermosa pesquera del río de su pueblo.

Como los pueblos de media España están de fiesta estos días, no estaría mal que, en sus programaciones festivas, incluyeran actividades encaminadas a conocer el término municipal y sus componentes, ese espacio que los vio nacer y que los acogió en la vida, esa que ahora anda desparramada por el mundo.

Entretanto, las vías siguen llenas, las carreteras atascadas y los aeropuertos sin dar tregua. Lo que no se nos va en lloros se nos va en suspiros. La vida sigue en sus contradicciones. “Y Dios dirá, que está siempre callado”.

1 comentario:

mojadopapel dijo...

La locura del viaje. Viajar también es conocimiento, cultura, apertura a otros pueblos distintos a nuestras tradiciones, gastronomía, belleza. Yo viajo mucho Antonio, hacia el interior, en mi paisaje, pero también hacia afuera. Nunca lo hago en temporadas en que viaja todo el mundo, solo, cuando todo es barato y no hay aglomeración, para disfrutarlo al máximo, antes no podía hacerlo, ahora en plan económico puedo hacerlo de vez en cuando, y es uno de los placeres máximos que me puedo permitir en esta edad, mientras pueda seguiré haciéndolo, y estoy de acuerdo en conocer a fondo los paisajes que me rodean, esté dónde esté.