viernes, 8 de noviembre de 2024

MADRID DF

 

MADRID DF

España: el pacto y la furia. Este es el título de un largo ensayo (más de 600 páginas) escrito por el periodista catalán Enric Juliana. Lo he leído con mucha atención y curiosidad.

Por encima de todo, he de confesar que el autor me parece un periodista de largo alcance, de fondo amplio y que domina la forma de manera sobresaliente. No sé si hay muchos como él en España. Tan solo me sobra un poco de énfasis y de sobreseguridad en el fondo que manifiesta y en su forma de expresión.

En este largo ensayo recoge sus opiniones acerca de lo sucedido en España desde los atentados del 11M (2004) hasta principios de 2024. Todo lo que va de siglo veintiuno.

Su análisis me parece sesudo y de muy largo alcance y contenido. La lectura del mismo se me antoja muy provechosa. Pero mi visión se vuelve a encontrar con el principio de los principios, con la base que condiciona todo para bien y para mal. Me refiero, claro, al asunto territorial. Otra vez el asunto territorial.

Como el más radical de los nacionalistas, el hilo conductor de casi todas sus páginas es el del enfrentamiento entre Madrid y Barcelona, entre lo que significa y simboliza Madrid y lo que quiere representar Barcelona, y, por extensión, Cataluña. Juliana utiliza en numerosas ocasiones la expresión que da título a estas líneas. Creo que es un gran acierto, porque es el epicentro de muchas cosas e irradia en todas las direcciones. Como lo hace, por ejemplo, Méjico DF.

Negar que la situación geográfica central de Madrid en la Península Ibérica condiciona y favorece su desarrollo frente a los demás territorios creo que tiene poca base y oculta lo evidente. Dejar ver que solucionar la rivalidad entre Barcelona y Madrid es el arreglo de todos los territorios y de todas las personas me parece mucho más burdo y egoísta.

La situación geográfica de Madrid favorece un desarrollo de todo tipo de carácter radial, y eso hace asomar el peligro de dejar un poco de lado otras regiones. Por eso, defender desarrollos transversales entre otros territorios debería estar en la mente de los que tienen que decidir inversiones y decidir lugares para organismos. Pero ya me gustaría a mí ver que un catalán defiende la creación de un organismo nacional en Badajoz, por ejemplo. Nunca lo han hecho, ni lo van a hacer: el egoísmo se lo impide. En tal situación, ¿quién se va a llevar el gato al agua? Pues quien tenga más poder, en población, en riqueza o en influencia social.

Y ahí, Madrid tiene todas las de ganar. Porque, para bien o para mal, Madrid es rompeolas de todas las Españas. Quiero decir que la geografía y la inercia empujan a concentrar fuerzas en el centro, por proximidad y porque Madrid no resulta excluyente para nadie.

Deducir de ahí que Madrid es más rica porque está mejor gobernada es también un ejercicio de toral egoísmo, de ignorancia o de ambas cosas juntas.

¿Por dónde la solución? Yo no poseo varitas mágicas. Desde luego, no por los enfrentamientos que buscan victorias en luchas entre dos, sino en la unión de ilusiones, de metas y de esfuerzos comunes, del centro y de la periferia, pasando por todas las regiones más despobladas, que son muchas y también forman parte de la comunidad. ¿Para cuándo un país con unas poquitas metas comunes en las que todos nos embarquemos y en las que todos pongamos nuestros esfuerzos ilusionados? ¿En qué resta esta posición algo a las libertades y a las expresiones propias de cada comunidad? ¿En qué? Las posiciones centrípetas producen malos humores en mucha gente. No menos que las centrífugas, si no se razonan. ¿Por qué no políticas y miradas globales, comunes y generales que nos ilusionen un poco a todos? ¿Por qué no sentirse orgulloso de una comunidad amplia y no andar como el perro y el gato gastando energías en enfrenamientos a dos, o a tres, o a treintaitrés?

Mientras no entendamos que somos, además de hijos de la familia en la que nacimos, a la vez ciudadanos del mundo, esto tal vez será solo una ilusión y una utopía.

Pero a mi me gustaría que la utopía tuviera más partidarios que la realidad.

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