LOS SABIOS Y LA POLÍTICA
Su diálogo Sobre el ocio, lo concluye Séneca con estas palabras: «Si me dedico a recorrerlas (las políticas en las que puede intervenir el sabio) una por una, no encontraré ninguna que pueda soportar a un sabio o que un sabio pueda soportar». Los sabios de su época se encontraban sobre todo entre estas escuelas filosóficas: la estoica, la epicúrea y la contemplativa de la Academia.
Duras estas palabras, sin duda, las que separan de la actividad política clásica a los sabios, bien porque la política no los llamaba, o bien porque ellos no consideraban la política una actividad que se pudiera desarrollar con total nobleza.
Acaba de celebrarse un congreso del PSOE en Sevilla. En los mismos días, el PP ha contraprogramado una reunión de sus alcaldes en Valladolid.
La actividad del PP se descalifica por sí sola sin necesidad de argumentación. Si los réditos políticos se han de alcanzar con este tipo de triquiñuelas, ¿a quién le pueden extrañar las consideraciones de Séneca? ¡Qué poca nobleza! ¡Qué cabeza vacía de ideas! «El mundo en la oquedad de su cabeza». Y tengo la impresión de que -tal vez con menos descaro- otros partidos realizan actos parecidos cuando da la vuelta el aire. Como para no dedicarse al ocio, a un ocio que permita la contemplación y el análisis de uno mismo para practicar la virtud…
De los congresos de partidos suelen trascender solo aquellos momentos que seleccionan los medios de comunicación y que normalmente responden a presencias, ausencias, cambios de nombramientos, liderazgos y toda esta ralea de elementos intrascendentes. ¿Dónde los resúmenes de las ponencias? ¿Cuáles las principales resoluciones ideológicas? ¿Dónde se esconden las discusiones acerca de las proposiciones y las enmiendas? Y en este plan.
De esta manera, aquello que debería ser el meollo y la esencia de estas reuniones o no existe o duerme el sueño de los justos. Y sí que existe. Al menos en la teoría y en el papel. Otra cosa es comprobar si estas resoluciones son concretas o se pierden en vaguedades e imprecisiones. Y, sobre todo, si no se olvidan al día siguiente o los medios de comunicación los olvidan en el mismo momento en que se votan, pues ya se sabe que vende más la imagen del líder invicto o del líder caído. Y así nos va.
De Séneca hasta nosotros han pasado veinte siglos. Las circunstancias y los contextos han cambiado mucho. No sé si las ideas y los comportamientos han cambiado tanto. Ahora mismo, el ambiente de desánimo es bastante acusado. Yo sigo pensando que la participación pública es una de las más nobles. Pero también me pregunto con Séneca en qué tipo de política podemos participar, o cómo podemos participar en la política, es decir, en la cosa pública. Incluso los que no somos sabios. Porque maneras hay muchas, y no todas son orgánicas ni exigen carné en la mano.