DE
UN CONFUSO BALANCEO
Para mis amigos Maica, Manolo Juan y Pepe
Aquel que decidió despedir el año en compañía de unos
amigos con los que solía salir al campo hiciera frío o calor y que una vez más
acordaron decir adiós a la sombra y recibir al sol para desear que este les
fuera acompañando día a día y que se levantó más temprano que otras mañanas
pues todavía no había amanecido y las calles no estaban puestas salvo aquellas
en las que el agua de la red se iba libremente por las alcantarillas y que
espabiló en sus quehaceres pues hizo la cama, desayunó frugalmente y hasta tuvo
unos minutos para dedicarlos a la lectura y que a eso de las nueve salió de
casa cuando el día apenas saludaba a las calles y a las aceras y que recogió a
sus amigos incluso a aquellos que siempre llegaban tarde y que decidieron dejar
que el coche los subiera hasta el paraje de Llano Alto y que una vez allí y
después de mirar con desconsuelo la sierra y comprobar que no guardaba ni una
sola gota de nieve en sus laderas echaron pie tras pie camino de la Peña de la
Cruz y que enseguida pegaron la hebra arreglando el mundo y dando cuenta de sus
hechos hazañas y naderías y que según subían veían cómo el sol se iba adueñando
del paisaje aunque no podía con el suelo cuajado del blanco de la cencellada y
que iban admirando el paisaje que a cada paso cambiaba según la perspectiva y
que en esas charlas entretejidas de calla y escucha que ahora me toca a mí y un
no escuchar y varios sí interrumpir ascendieron sin darse apenas cuenta hasta
dar la vuelta a la pista y plantarse en esa especie de llanura en la que se
erige esa cruz gigante que no se sabe si bendice o vigila el paisaje que desde
ella se divisa y que una vez contemplado este y cumplidas unas fotos se
aposentaron en los poyos de una edificación que allí existe y que cara al sol
pero sin camisa nueva dieron cuenta de una suculenta mesa compuesta por sopas
de ajo canapés y una tortilla de considerables dimensiones con los
correspondientes complementos de vino aguardiente y té y que allí sentados
siguieron templando gaitas y escuchando música y que los que por allí pasaban
miraban con cara de dejarse invitar y de sorprenderse por tan abastada mesa con
manjares y que lleno ya su estómago realizaron brindis sobre brindis como si
aquello fueran las bodas de Camacho el fin del milenio o de alguna era
histórica y que de tanto brindar dejaron los recipientes a buenas noches y más
vacíos que cantimplora en desierto y que no tenían ganas de moverse del sitio
pues el sol les daba solaz y la lengua se les había desatado y que a pesar de
todo tuvieron que recoger los restos de sus pertenencias y que se despidieron
del paraje con la sensación de que aquel era uno de los mejores hoteles que
podían imaginar y que mira tú por dónde a uno de ellos se le ocurrió que la
bajada se podía hacer por el camino llamado de los Registros y que no sirvió de
nada recordar que por ese camino el sol estaba más reacio a asomarse y que no
hubo manera de convencer al que lo propuso y que enseguida empezaron a notar en
sus piernas la bajada y que a eso de medio camino uno de ellos se puso malito
de lo suyo y empezó a sentir que el equilibrio era para el circo pero no para
su cuerpo y que el ritmo se ralentizó y aquello cada vez tenía peor pinta y que
hubo un momento en el que los acompañantes le tuvieron que dar apoyo para poder
continuar y que empezaron todos a echar por la boca conjeturas acerca del
porqué de aquellas debilidades y que no eran muy explícitos pero se dejaban
decir que algunas mezclas de licores no hacían buena compañía en el alambique y
que el que estaba malito de lo suyo no mejoraba y no veía la manera de
tenerse en pie y que menos mal que la cabeza respondía a cualquier conversación
y ocurrencia y que aquello se ralentizaba y en el camino se podía hacer eterno
y que vista arriba vista abajo y paso adelante y pasito atrás aquello fue dando
pie a que alguno pensara en la conveniencia de acercarse con el perjudicado al
hospital y que algún otro pensara que
mejor dejarlo estar y que por fin dieron cuenta de la bajada y lograron llegar
hasta Llano Alto donde hallaron un poyo en el que aposentar las posaderas los
pies y el cuerpo y que el malito empezó a sentirse mejor en cuanto embauló un
buen vaso de agua y que a pesar de todo decidieron cambiar de conductor por si
aquello era solo una señal pasajera y volvían a las andadas y que ya bajando
las cuestas del Castañar y con la vista de Béjar al frente la cabeza se fue
asentando y que al llegar a la puerta de casa todos se prestaron a acompañar al
de la cabeza y el cuerpo estropeados hasta el ascensor y que este se lo
agradeció les deseó feliz año y se prometió a sí mismo dejar constancia de todo
ello en una de sus páginas en las que dejaba correr las teclas a su antojo y
comenzar una frase que no terminaba nunca y que por no tener no tenía ni
predicado sino solo sujeto y que después de una comida frugal y una siesta
bastante menos frugal se puso a ello y le salió este párrafo con el que se dio
fin a la aventura de las comidas y las bebidas en la Peña de la Cruz un día de
Nochevieja con la no menos accidentada del descenso por el camino de los
Registros hasta Llano Alto y que de ella solo quedan los restos de la amistad y
de los deseos de repetirla muchas veces aunque con un balanceo menor y un
oscuro propósito de regular mejor lo que pide el cuerpo y lo que le sobra.
2 comentarios:
Pues me alegro mucho que se detuviera el balanceo, y debéis poner en cuarentena al que decidió bajar por ese camino, que seguro que fue el causante de esa especie de mareo
Yo me alegro más todavía al ver tu rápida recuperación y tú lucido relato. Me he reído un montón.
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