DOS
LOCOS PELIGROSOS ANDAN SUELTOS
Dos locos
peligrosos andan sueltos,
viviendo
en la ebriedad de la estulticia.
Se llaman
Trump y Putin y acumulan
“el mundo
en la oquedad de su cabeza”.
¡Tienen
sueños de tinte imperialista
avanzado
ya el siglo veintiuno!
¿Cuál es
su formación, cuál es su ética?
¿Qué
defienden que no sea su locura
para un
mundo de guerras y de luchas?
Como
niños en patio de colegio
en horas
de recreo, hacen juegos
mostrando
a los demás su fuerza bruta.
¿Qué
conciencia del mundo tienen ambos,
la del
hombre cual lobo para el hombre?
¿De qué
casa de locos han salido?
¿Sueñan
con ser Augustos o Alejandros?
¿Saben
qué valor tiene un ser humano?
¿Conocen
las ventajas y provechos
que
ofrecen para todo ser viviente
la ayuda
mutua y el común empeño?
Dicen que
se transmiten por teléfono
sus
deseos más íntimos y luego
regalan
las migajas a los otros,
cual
jueces sin posible apelación.
El resto
de la tribu, que hasta ahora
se ha
rendido a los ecos que llegaban
de parte
del imperio -papanatas
y faltos
de criterio personal,
estúpidos
que imitan
cualquier
nota o escena en Hollywood-
se
resuelve en excesos y aspavientos,
cual si
todo esto fuera algún milagro
que jamás
nos pudiera suceder.
La vieja
Europa observa amedrentada,
muere gente
en Ucrania y en los campos
de Gaza
se consuma un genocidio
(¿habrán alguna
vez visto estos sátrapas
a un niño
entre los brazos de una madre?),
en el
resto del mundo todo pasa
cual si
de un día cualquiera se tratara.
Hoy no mandan
los dioses ni los héroes,
lo hacen
los más imbéciles, los que alzan
la voz
más que los otros y las bombas
que
sirven como escudo del dinero.
Malditos
para siempre estos dos hombres,
modelos
de barbarie y de locura.
¡Y yo
aquí, en mi sillón, bien calentito,
con cara
de asombrado gilipollas!