PARA ESTAS NAVIDADES
Y PARA EL AÑO QUE
EMPIEZA
Tener el corazón iluminado
y el ánimo dispuesto en positivo.
Prestar la voluntad y la mirada
al bien y a la verdad para que llene
los días y los meses de alegría.
PARA ESTAS NAVIDADES
Y PARA EL AÑO QUE
EMPIEZA
Tener el corazón iluminado
y el ánimo dispuesto en positivo.
Prestar la voluntad y la mirada
al bien y a la verdad para que llene
los días y los meses de alegría.
Con un mínimo cambio de solo una palabra, me apropio de mí mismo y repito felicitación para el nuevo año. En busca del amor, el bien y la belleza. Buen año.
FIN DE AÑO
He de cerrar de nuevo el calendario
de mis días sembrados en el tiempo
de dos mil veinticinco.
Todo es memoria ya. En estos meses
he alzado la mirada y el misterio
me sorprendió sumido en el asombro.
Lo que era piedra o nube, por ejemplo,
se convirtió en amor, bajo el amparo
de lo que le prestaba mi mirada.
Fui creador, adivino, brujo, mago,
alquimista de todas las sustancias.
He abierto el pecho al paso de los días
y jugué al escondite muchas tardes
con las cosas sencillas.
Quizás he amado poco y es posible
que no esté en condiciones
de aprobar el examen de la tarde,
cuando solo es amor lo que interesa.
(Tal vez soy un quejica
y me quejo de vicio:
no lo tengáis en cuenta).
He visto pasar horas infecundas,
he conquistado cimas imposibles,
he buceado hasta el fondo, con peligro
de ahogarme muchas veces,
y otras he sucumbido a la indolencia.
Tengo a la vista un cuadro panorámico
con varias tachaduras y otra parte
con figuras mejor elaboradas;
en él he trabajado todo el tiempo.
Hoy ya le pongo marco y esta firma
que tiembla al contemplar que, acaso
pronto,
será pasto del tiempo, del espacio,
y, si el azar no acude en su socorro,
acaso del olvido.
No lo dejéis que muera
solitario y frío.
LA LLUVIA ME REGALA LA TRISTEZA
La lluvia me regala la tristeza
en todas esas gotas que golpean
la transparente paz de los cristales.
Cada gota señala un recorrido
y mil gusanos líquidos caminan
como buscando el suelo, donde unirse
en un solo caudal. Todas las gotas
se miran extrañadas, cual si fueran
deportistas en cruel competición.
El aire modifica su textura, planifica
el surco en que han de dar su último aliento.
Agua y viento se abrazan en un baile
que canta una balada vespertina
en el sonoro suelo del cristal.
Mi mirada traspasa la ventana
y ensaya el mismo baile con nostalgia,
por no poder cantar la melodía
que entonan en sus notas esta tarde
agua y viento a la vez. El cielo mira
la danza y la bendice. Yo retorno
al interior tranquilo de la sala
y entono en pensamiento los compases
que me suscita en grises la memoria
de todo lo que el tiempo no olvidó.
INMACULADA
Los calendarios marcan
como festivo este ocho de diciembre. Tradicionalmente se ha llamado el día de
la Inmaculada, haciendo referencia religiosa a la Virgen María. El dogma de la Purísima
Concepción es una creencia católica que afirma que la Virgen María, desde
el primer instante de su concepción, fue preservada por Dios de toda mancha de
pecado original, siendo así la primera y única persona completamente libre de
pecado. Fue proclamado formalmente por el Papa Pío IX en 1854, estableciendo
que María fue redimida de manera anticipada y singular por su futuro hijo. Así
se libraba del dichoso pecado original, ese que nos tiene a todos acongojados y
sin saber qué coño hemos hecho para que la tal carga de miedo caiga sobre cada
uno de nosotros.
¡Ay de las religiones que se basan en el miedo, en el pecado y en el castigo, en lugar de buscar sus fundamentos en el amor...!
El dogma ajusta muy
bien a los intereses de la iglesia católica y no incita a la crítica a casi
nadie, pues supone un día más de fiesta para descansar y llenar las calles y
carreteras de personas en busca de no se sabe qué. Mañana será otro día y aquí
paz y después gloria.
Pobre mujer esta María,
si es que realmente existió: nada menos que, sin comerlo ni beberlo, se encuentra
separada del resto de los mortales y elevada a “sin mancha” e “inmaculada”, que
son la misma palabra y significan lo mismo. “Bedita tú entre todas las mujeres”.
Para que así no sea manchado “el fruto de tu vientre, Jesús”.
Qué cantidad de virguerías
y de revueltas para tratar de dar divinidad a ese Cristo que, si no, se nos
escapa de las manos y se nos viene a ser como cualquiera de nosotros, y acaso
también cargado con el peso del pecado original.
Y que nadie se olvide:
todo ello repleto de connotaciones reproductivas. La Virgen María es
inmaculada; ¿y las demás mujeres? Jugar con algo tan extraordinariamente maravilloso
como es el hecho de dar a luz, de traer un nuevo ser al mundo, es muy peligroso
y puede traer consigo las reacciones más inesperadas.
Creo que no hay en
toda la Historia de las historias ninguna que se aproxime a todas las vueltas y
revueltas que la doctrina de la iglesia ha ido dando con tal de que sus explicaciones
se ajusten a sus creencias.
Pero de todas las
figuras ninguna como la Virgen, que tiene que hacer de puente entre las
carencias humanas y los misterios divinos. Qué sentimiento de ternura me
produce imaginarme su figura en medio de tanto misterio y de tantos designios
desconocidos. Apenas le queda el acatamiento, pronunciar el fiat y tal
vez asombrarse ante todo lo que se le venía encima.
Es, claro, la figura
más humana que la religión ha creado para conformar su doctrina. Si lo que conforma
la imaginación tuviera visos de verdad...
LO IMPORTANTE
Cualquier manual de
teoría literaria o diccionario de términos filológicos recoge las definiciones
de sinécdoque y de metonimia como recursos que toman la parte por el todo, o usan
un término por otro por la contigüidad que poseen. Así “espada” por “torero”, o
un “jerez” por un “vino de la comarca de Jerez”. Eso nos permite ampliar y
recrear la realidad a nuestro antojo y mostrarla desde caras muy diferentes.
En la práctica diaria,
todos somos poetas y ensayistas, pues usamos estos y otros recursos cuando
hablamos con cualquiera e intercambiamos información. No, no somos escritores
por ello: lo hacemos sin conciencia y sin notar el valor de transformación que
conlleva. Los creadores, en prosa o en verso, utilizan estos recursos con
conciencia de que lo están haciendo y para qué lo están haciendo. Por eso los
seleccionan, los escogen, los regulan, los ordenan y los hacen aparecer y
desaparecer según su criterio. Unas veces aciertan más y otras fracasan en el
intento.
Pero decía que todos
los usamos estos recursos en la conversación diaria, cuando hablamos del
tiempo, cuando “cortamos un traje” a los vecinos o cuando arreglamos de un
plumazo el mundo.
En estos últimos días
se habla en todas partes de los cincuenta años transcurridos desde el final de
la dictadura, de la sentencia condenatoria al fiscal general del Estado, del
enjuiciamiento a los responsables de la DANA de Valencia, del enjuiciamiento a
varios exdirigentes del PSOE, del rifirrafe continuo de los partidos y sus
descalificaciones, de los partidos de fútbol...; qué sé yo, de todo lo humano y
lo divino.
Pues en todos los
asuntos introducimos sinécdoques y metonimias a gogó. Dicho de otro modo, nos
acogemos a aquella parte que nos favorece y con ella abanderamos o echamos por
tierra todo el contenido de lo que juzgamos. Esto lo podemos aprovechar desde
un sitio y desde otro, con apariencia de tener razón.
Cualquier ejemplo nos
sirve. Tomemos el que acaso sea el más extremo: la dictadura que sufrió este
país durante cuarenta años. Ahora se produce el cincuenta aniversario de su
desaparición («Buen don Guido, ya eres ido, y para siempre jamás»). Alguien
afirma que en ese periodo se produjeron cosas positivas; otros aseguran que ese
fue un período negro de nuestra Historia. ¿Quién tiene razón? Pues seguramente
ambos. ¿Quién puede negar que, aunque solo sea por pura fórmula aritmética,
algo se haría bien a lo largo de tantos años? ¿Quién puede negar que se
produjeron atropellos sin fin durante esa larga noche de los tiempos?
¿Hay un empate en esta
disputa? ¡En absoluto! Inmediatamente asoma el peligro terrible de la
equidistancia («todos son iguales») y el del desánimo por parte de quien no
analiza y se deja llevar por la comodidad de lo genérico. Entonces, ¿quién
engaña? Pues aquel que toma la parte por el todo y se olvida de que el todo es
mucho más que la parte.
¿Qué favor le hace a
su postura aquel que rechaza de manera absoluta la afirmación del contrario y
no defiende la suya ordenando en importancia lo que es importante y colocando
en segundo orden lo que es menos importante? ¡Ninguno! Hay mil argumentos y ejemplos
para dar a entender que la dictadura es mala por sí misma, con independencia de
que produzca algún elemento positivo. Una breve lista de calamidades y de
privaciones en ella: enjuiciamientos y asesinatos sin garantías, falta de libertades
de todo tipo, asociaciones, desigualdad ante la ley, no diversidad de
opiniones, no participación de todos, responsabilidad no compartida,
organización social controlada, eliminación de los poderes que no se basan en
la razón... Mil razones. Por cierto, también aquellas que tienen que ver con el
progreso económico (¿cuáles son las dificultades económicas de los jóvenes
actuales, comparadas con las que sufrimos muchos niños de la dictadura?) Por
favor, lean, pregunten, comparen y decidan. Y ahora me sitúo en el otro sitio:
¿Voy a negar por ello que existan dificultades en la actualidad? Pues claro que
no.
La realidad es siempre
múltiple y un hecho hay que defenderlo sabiendo organizar y jerarquizar las
razones: las más importantes no anulan, pero colocan, a las más débiles en
segundo o tercer escalón.
En este esquema mental
me gustaría que se produjeran los razonamientos. De un lado y del otro.
Cuando así no sucede,
¿qué nos pasa? Pues lo que estamos viendo; que la polarización nos invade, la
razón se esconde y aparecen la exageración, la exclusión y el enfrentamiento
continuo. El peligro de la equidistancia asoma y el desánimo puede hacer mella
en mucha gente.
Por desgracia, este
ejemplo extremo se puede trasladar fácilmente a la actualidad política, social
y hasta personal.
Fui aprendiz de carbonero
en la niñez, no hortelano; pero sé que los rábanos no se han de coger por las
hojas, pues corremos el riesgo de que se nos queden enterrados.
Una hermosísima
canción pedía en su letra distinguir «lo que tiene importancia» de «lo
importante». Pues eso.
EXAMINO
LA ATMÓSFERA CELESTE
Examino
la atmósfera celeste
en esta
tarde luminosa y lenta
de un
noviembre de otoño. Mi mirada
se dirige
a la luz de las estrellas.
El cielo
es todo azul. Dios está en calma.
Es la naturaleza un sueño dulce.
Mi estado de confianza dura poco,
solo mientras recuerdo otros sucesos:
los hechos desgraciados producidos
al amparo engañoso que provoca
la civilización y sus acosos
-Hiroshima es de fuego y Nagasaki
es un grito terrible entre cenizas-;
hay tsunamis, volcanes, terremotos
que rugen con su furia desatada
y anuncian que ellos solos son bastante
para expandir la muerte y el abismo;
nadie sabe si hay vida en otros mundos,
y, si la hay, desconocen la existencia
de este exiguo y minúsculo planeta;
hay plagas y epidemias y tragedias...
Miro al sol y le pido humildemente
que atempere sus rayos, y a la atmósfera
que siga en equilibrio mucho tiempo,
como boina que ampara la existencia
de ese rastro de vida que me acoge.
En esta situación, me veo inquieto,
me puede el pesimismo, me persigue
un rastro de tristeza y de desánimo.
Una nube traspasa el horizonte.
Un pájaro se posa en una rama.
Hay personas del brazo paseando.
Miro de nuevo al sol y al firmamento
y entono una oración en el silencio.
LOS PÁJAROS A LAS ESCOPETAS
Creo que ya he
utilizado alguna vez este marbete popular, pero no me importa repetirlo.
Resulta que, el
mismito día del dichoso aniversario, una sala del Tribunal Supremo se despacha
con la sentencia (aunque sea con el formato tan frecuente del filtrado) que
condena al fiscal general del Estado, dicen que por revelación de secretos,
aquella noticia que había dado a conocer antes un asesor perverso, verrugado,
malencarado y bachiller llamado Miguel Ángel Rodríguez, que ya traía tras de sí
una amplia trayectoria de hechos de la peor calaña e intención.
Las sentencias se
acatan, pero no hay por qué compartirlas. Para un estado de derecho, la verdad
es la verdad judicial. ¿Hay que repetirlo más veces? Por eso se acata.
Pero
«No he de
callar por más que con el dedo,
ya
tocando la boca o ya la frente,
silencio
avises o amenaces miedo.
¿No ha de
haber un espíritu valiente?
¿Siempre
se ha de sentir lo que se dice?
¿Nunca se
ha de decir lo que se siente?
Hoy, sin
miedo que, libre, escandalice,
puede
hablar el ingenio, asegurado
de que
mayor poder le atemorice...».
Francisco
de Quevedo. Epístola satírica y censoria...
Cuesta pensar en la
bondad y en el asiento jurídico de esta sentencia a la vista de lo que se ha
conocido del juicio y de los testimonios que en él se han aportado y que se
deben valorar como prueba. Esta vez parece que de poco o de nada han servido.
Cuesta tanto o más
discutir y polemizar con un alto tribunal, compuesto, se supone, por personas
muy cualificadas y que no deben dejarse llevar por tendencias ideológicas
personales, tan lícitas como obligatoriamente separadas del análisis de las
pruebas.
Pues, a pesar de esas
costas, que asumo en mi debe, tengo que confesar que no entiendo la resolución.
Y mucho menos con una justicia tan garantista como la española.
Es cierto que la
legislación siempre concede un margen de interpretación, porque la vida no cabe
encerrarla literalmente en la ley y en los preceptos; por eso la interpretación
de los tribunales y los márgenes en los castigos: de tanto a tanto. No me cabe
en la cabeza ni en ningún margen legal o temporal la solución que le han dado a
este caso. De nuevo, los pájaros se han vuelto contra las escopetas, y lo que
fue en origen una confesión de un defraudador confeso y la propagación de un
bulo por parte de un asesor perverso, verrugado, malencarado y pendenciero se
ha vuelto contra quien señaló que algo era incorrecto y que la verdad era algo
totalmente distinto a lo que se propagó.
Acepto también que la
sentencia tendrá sus considerandos y sus explicaciones, que no está redactada y
que habrá que atenerse a esa redacción. Y todas las consideraciones que se me
quieran hacer. A día de hoy, me parece un disparate mayúsculo que hace que se
pierda algo más la confianza en la justicia si es que no andaba ya bastante
perdida.
También sé que habrá
algunos que le den la vuelta al enunciado y sostengan que qué bemoles tiene el
tribunal para juzgar en contra de casi toda la opinión pública. Tienen su
derecho, pero con su pan se lo coman.
La inferencias y consecuencias
que de esta sentencia se derivan creo que son mayúsculas y que casi todas irán
en beneficio de aquellos verrugados y malencarados que propagaron el bulo, así
como de todos sus correligionarios. No entro ni a enumerarlas porque me asusto.
El tiempo dirá. Hoy no
es precisamente un buen día para mi forma de pensar.