domingo, 12 de abril de 2015

"TEMPLANZA" DESTEMPLADA


Tal vez mi primera ocupación sigue siendo la lectura. Desde hace tiempo guardo listado de los libros que voy leyendo, con una breve indicación de mi consideración global final en forma de asteriscos. Este año voy por el número treinta. Más o menos al mismo ritmo que otros años. Tal vez un poco menos rápido, aunque esto cada vez me preocupa menos.
Siempre -y mucho más desde hace algún tiempo- he defendido que no es lo más importante cuánto se lee sino cómo se lee y qué se lee. En mi caso, cada vez me inclino hacia los campos de la poesía y de la filosofía. Sencillamente porque me encuentro más a gusto en ellos y porque me parecen más productivos para mí mismo.
Sin embargo, siguen posándose en mis manos novelas de tipo tradicional. No pocas. Nada contra el género, que, por otra parte, es casi el género universal, y produce ejemplos extraordinarios. Pero hay un número considerable que responde a una estructura comercial, tópica y manida, con unos esquemas repetitivos que apenas sugieren el pasatiempo y una escala de valores absolutamente tradicional y conservadora. Es lo que se vende y lo que llega al gran público, lo que produce beneficios al editor y da realce público al escritor, al menos de manera momentánea. Y el mundo es dinero, después dinero, y, cuando no queda otra salida, también dinero. Nadie puede extrañarse.
Yo simplemente confieso que me cansa este esquema y que, tal vez porque tengo tiempo para mí, me salgo de él cada vez con más frecuencia.
Por eso hoy anoto el fracaso que para mí ha supuesto -por la pérdida de tiempo y por lo inocua- la lectura de la novela de María Dueñas “La templanza”. No alcanzo a ver qué me puede aportar salvo un pasarratos de evasión barata de familia de ida y vuelta a América en el siglo diecinueve. Como un remedo de Falcon Crest retrasado y en rebajas. Por si fuera poco, no justifico la división de la trama ni la dispersión geográfica que acumula, aparte de elementos específicamente de estilo que no caben en pocas líneas.
Supongo que habrá vendido tropecientos mil ejemplares, pues es autora de éxito y de ratos de sillón.
Pronto veremos una serie o una película que reproduzca en imágenes la trama. Cuando uno lee el libro imagina a la autora pensando ya en ello.
Y además, 540 páginas, quinientas cuarenta paginazas.

No me complace ser severo en mis juicios con nada pues ya no estoy para juzgar, pero hoy no estaba para más. Además, el ejemplo me sirve como pretexto; lo que me importa es toda la serie de libros que repite esquema. 

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