Tal vez mi primera ocupación
sigue siendo la lectura. Desde hace tiempo guardo listado de los libros que voy
leyendo, con una breve indicación de mi consideración global final en forma de
asteriscos. Este año voy por el número treinta. Más o menos al mismo ritmo que
otros años. Tal vez un poco menos rápido, aunque esto cada vez me preocupa
menos.
Siempre -y mucho más desde
hace algún tiempo- he defendido que no es lo más importante cuánto se lee sino
cómo se lee y qué se lee. En mi caso, cada vez me inclino hacia los campos de
la poesía y de la filosofía. Sencillamente porque me encuentro más a gusto en
ellos y porque me parecen más productivos para mí mismo.
Sin embargo, siguen posándose
en mis manos novelas de tipo tradicional. No pocas. Nada contra el género, que,
por otra parte, es casi el género universal, y produce ejemplos
extraordinarios. Pero hay un número considerable que responde a una estructura
comercial, tópica y manida, con unos esquemas repetitivos que apenas sugieren
el pasatiempo y una escala de valores absolutamente tradicional y conservadora.
Es lo que se vende y lo que llega al gran público, lo que produce beneficios al
editor y da realce público al escritor, al menos de manera momentánea. Y el
mundo es dinero, después dinero, y, cuando no queda otra salida, también dinero.
Nadie puede extrañarse.
Yo simplemente confieso que me
cansa este esquema y que, tal vez porque tengo tiempo para mí, me salgo de él
cada vez con más frecuencia.
Por eso hoy anoto el fracaso
que para mí ha supuesto -por la pérdida de tiempo y por lo inocua- la lectura de
la novela de María Dueñas “La templanza”. No alcanzo a ver qué me puede aportar
salvo un pasarratos de evasión barata de familia de ida y vuelta a América en
el siglo diecinueve. Como un remedo de Falcon Crest retrasado y en rebajas. Por
si fuera poco, no justifico la división de la trama ni la dispersión geográfica
que acumula, aparte de elementos específicamente de estilo que no caben en
pocas líneas.
Supongo que habrá vendido
tropecientos mil ejemplares, pues es autora de éxito y de ratos de sillón.
Pronto veremos una serie o una
película que reproduzca en imágenes la trama. Cuando uno lee el libro imagina a
la autora pensando ya en ello.
Y además, 540 páginas,
quinientas cuarenta paginazas.
No me complace ser severo en
mis juicios con nada pues ya no estoy para juzgar, pero hoy no estaba para más.
Además, el ejemplo me sirve como pretexto; lo que me importa es toda la serie de
libros que repite esquema.
No hay comentarios:
Publicar un comentario