Preguntaba
a la luz de la mañana
por
su afán pertinaz en reinventar la vida.
Respondió
la sagaz naturaleza
que
era su oficio siempre encontrar códigos
en
que cifrar la fuerza y la energía
que
dejan sin motivos a la muerte.
La
pasión es esfuerzo y es vacío,
olvido
de las leyes más concretas,
entrega,
violación y desvarío.
Pero
el camino vuelve a recorrerse
en
sentido contrario: los objetos,
que pasaban tal vez inadvertidos,
toman
cuerpo y adquieren realidad.
Entonces,
la pasión huye, se escapa,
la
belleza carece sentido.
Me
pierdo en los objetos, voy en busca
de
esa curiosidad que me transporta
a
la contemplación de lo que es síntesis
del
enigma final del universo;
tal
vez mi propio cuerpo, las pasiones
que
alberga y que me queman dando fuerza
a
ese impulso vital que me mantiene
y
me empuja a seguir siendo conciencia
de
mí mismo y del mundo que me habita.
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