Cualquier acción humana ha de ser
considerada en el espacio y en el tiempo en que se produce; de otra manera, no
se puede entender ni explicar. Es como si tal hecho no existiera sin estos dos
condicionantes. Sin embargo, las verdades aspiran a serlo con independencia del
tiempo y del espacio en el que se materialicen, suplican por salirse de estos
dos a prioris para mantenerse en un
nivel más alto. De otra forma, sería difícil tenerlas como referentes e incluso
se haría casi imposible la comunicación entre las personas.
Las verdades luchan, pues, entre
su validez como tales y la oportunidad en la que se materializan.
La breve introducción teórica
viene a cuento para dejar opinión acerca de hechos sociales notables, pero también
para dar explicación de los más personales.
Hace unos días, el ministro
Garzón declaraba en una entrevista que era necesario controlar la ganadería
intensiva por los perjuicios que para la salud y el medio ambiente produce. En
concreto, se refería a las macrogranjas de cerdos o de vacas que proliferan en
España.
Y se armó la guerra mundial.
Todos a tirarse al cuello del ministro; desde los ganaderos hasta los
representantes públicos y periodistas de todo pelaje. Los ganaderos tienen más
disculpa, pues se juegan, aparentemente, sus intereses personales. A todos los
demás se les debe exigir que no caigan en la más gruesa demagogia. Lo que
manifiesta el ministro ahora lo piensa cualquiera que tenga uso de razón, y lo
proclamará todo el mundo en muy pocos años. ¿Por qué, entonces, se rasgan las
vestiduras, si saben que dice la verdad? Por intereses inconfesables. ¿Por qué
los representantes públicos tienen que atender a los halagos más inmediatos y
groseros de los electores? Parece que la experiencia demuestra que funciona el
método a la hora de las elecciones y del recuento de votos. Lamentable, porque,
si es así, afecta a todos, a ellos como representantes y a todos nosotros como
representados. Y yo no quiero echar más culpas a unos que a otros.
¿Falló la oportunidad en las
manifestaciones del ministro? ¿Pudo haber cuidado más el momento y el lugar? Es
posible. ¿Quién puede determinar cómo se mide eso? Porque la verdad es la
verdad, dígala quien la diga y en cualquier momento que la exprese.
Será bueno que la idea cuente con
el don de la oportunidad. Pero este último ha de supeditarse siempre a la
primera. En caso contrario, estaremos deslizándonos hacia el abismo de renunciar
a la verdad por el miedo a no encontrar nunca el momento oportuno de
manifestarla.
En el mundo político, esos que se
llaman hombres de partido suelen conceder más importancia al don de la
oportunidad que a la esencia de la verdad: el partido se halla siempre por
encima de la verdad, sobre todo si ellos recogen frutos y beneficios personales
en el uso de esa oportunidad. Y este proceso, una vez iniciado, tiene muy
difícil marcha atrás.
Sin ánimo de defender
conclusiones absolutas y excluyentes, alzo mi copa por el ministro, quien, sencillamente,
se atrevió a expresar en público lo que resulta ser una verdad de Perogrullo,
moleste a quien moleste. A la larga, por cierto, es la mejor ayuda que los
ganaderos interesados pueden recibir y todos nosotros con ellos.
Los ciudadanos de a pie podemos
analizar las ideas, responder con nuestros apoyos o rechazos a los
representantes públicos, y, lo que es mucho más importante, pensar de qué
manera utilizamos en nuestras vidas particulares la defensa de las ideas y la
importancia de la oportunidad a la hora de expresarlas. Las oportunidades se
nos presentan a diario y a todas horas.
Habrá que darle una vuelta al
asunto.
2 comentarios:
Estoy completamente de acuerdo contigo, Antonio.
Pues así estamos.
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