¿POR
MANDATO DE QUIÉN CANTA EL POETA?
¿Por mandato de quién canta el
poeta?
¿Quién le pone en las manos las
palabras?
¿Quién cifra su decálogo y ordena
los gritos y silencios de sus
versos?
No hay estro ni milagros, solo hay
mezcla
de dolor y de gozo que destilan
el poso y el sabor de sus querellas.
Que el poeta las cante con desgarro,
el fuego y la ternura entre sus
manos:
una barra de pan, un euro entero;
factura de la luz, casi cien euros;
la cesta de la compra, por las
nubes;
el hambre que, instalada en los
suburbios,
no parece moverse de barriada;
la tristeza colgada en los balcones
de los que menos tienen para risas…
Pero también el eco de los días
que se abren a la luz de un solo
tajo
y viven con lo puesto y sin
prejuicios,
ganándose el futuro con las manos;
el reposo sublime de los sueños;
la agónica belleza de las cosas;
el peso tan rotundo
de los cantos rodados, que resumen
la voz de tantos siglos de la
tierra,
y están limpios de todos los
despojos
y solo de la luz admiten roce.
Las palabras dispuestas al servicio
de todo claroscuro:
de la noche, del día, de la tarde,
del todo, de la nada.
1 comentario:
Me encanta
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