DESCONCIERTO
El sol se precipita cada tarde,
como melena roja que se suelta
sobre el cuerpo sediento del poniente.
La luna se dibuja cada noche
con más o menos cuerpo y, desde arriba,
nos mira, solitaria, con desidia.
Las calles y las horas y los parques
tienen la plaza fija de la repetición.
El otoño se apaga sin tristeza,
pues sabe que le aguarda un nuevo otoño
cuando el verano cumpla su camino.
Cualquier cosa nacida va a la muerte
sabiendo que le aguarda nueva vida,
porque todo reinicia su camino
como notas de inmensa melodía
que canta la canción del universo.
Solo nosotros vamos, despistados,
hacia un fin que no tiene otro principio,
que no se reproduce nuevamente
ni sabe la aventura que le espera
cuando la noche llega a visitarnos.
Sin embargo, formamos una parte
de un mundo sucediéndose a sí mismo,
rodando por las sendas del espacio,
sin descanso, sin rumbo, sin concierto.
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