PAZ
La ausencia de viento, me ha permitido salir
de nuevo a pasear, a pesar de las bajas temperaturas. Al pasar por la puerta
del parque municipal, unas voces infantiles me llamaron la atención. Cantaban
en corro una canción que hacía alusión a la paz. Es el día internacional de la
paz.
El sol
lucía tibio y eso empujaba nuestros pasos, pero también a mí me prestaba
circunstancias para pensar en el concepto paz.
Qué difícil resulta
siempre concretar en palabras algo que, por definición y clasificación, es
abstracto. Paz, belleza, bien, justicia, alegría, tristeza… Y solemos ir al
diccionario, como si en él fuéramos a encontrar el bálsamo de Fierabrás. Pues
vamos a ello. Paz. Demasiadas acepciones. Copiaré solo dos: 1.- «Situación en
la que no existe lucha armada en un país o entre países». 2.- «Relación de
armonía entre las personas, sin enfrentamientos». Después se sucede un buen
grupo de nuevas acepciones. ¿Por qué? Pues porque resulta imposible englobar
todas las posibilidades y contextos en los que podemos aplicar el término paz.
Resulta muy pobre
pensar que paz hace referencia siempre a lo contrario de guerra, que con esta
palabra estamos pensando exclusivamente en los momentos en los que no están
levantadas las espadas, las bombas no hacen explosión o las balas se guardan en
la recámara. Muy pobre.
Acudo, por si me sirven,
a los sinónimos. Y me encuentro con esto: tranquilidad, armonía, calma,
sosiego, amistad, quietud, reposo, acuerdo, concordia, conciliación, unión… Y
ya eso de la guerra se me queda corto.
¿Y la paz personal?,
¿y la paz social?, ¿y la paz de conciencia?, ¿y la paz familiar?, ¿y la paz…?
Estoy seguro de que
casi todos nosotros, si oímos la palabra paz, nos imaginamos, por contrario,
las guerras físicas, que, por desgracia, no dejan de producirse en el mundo;
pero es muy posible que nos olvidemos de la otra paz, esa que nos afecta más
directamente, que está con nosotros, que vive en nosotros, que conforma
nuestros pensamientos y nuestras obras.
Y tal vez hasta la
asociemos con posturas no del todo defendibles, sobre todo si la igualamos con
una visión que no abarque nada más que a nosotros mismos; o incluso si la
definimos como una postura en la que nos encontramos muy cómodos, aunque a los
demás les vaya mal. Sería tal vez una paz engañosa y hasta egoísta.
Hay quien define la
paz no como una meta, como una ataraxia o
sofrosine, aquellas palabras clásicas
que nos recordaban la falta de sentimientos negativos de todo tipo, sino como
un camino, como una búsqueda constante en la que la tranquilidad la da solo la
certeza de la búsqueda, que tal vez no tiene llegada definitiva.
El poeta Antonio
Machado recurría a paz para indicarnos lo siguiente: «No
extrañéis, dulces amigos, que esté mi frente arrugada: yo vivo en paz
con los hombres y en guerra con mis
entrañas». Parece que se refiere a esa búsqueda continua
de la verdad en la que descansar. Y esa paz no es precisamente acomodamiento y
egoísmo.
Y así hasta cansarnos en buscar aplicaciones a
la palabra paz.
Me pregunto en qué pensarían los niños esta
mañana cuando cantaban invocando paz. En qué pensarían ellos y en qué pienso
también yo.
No creo que haya paz personal sin que haya paz
social. Ni creo que la paz sea un estado permanente, sino una búsqueda continua
y un planteamiento en el que hay un mucho de aceptación, un bastante de
rebeldía y un resto de respeto. Difícil la mezcla. Sabroso el resultado.
1 comentario:
Ojalá ...la paz fuera fácil, pero es un estado que últimamente busco mucho y tiene que ver con vivir consecuentemente en relación con los demás, sin dejar de buscar ese rinconcito de sosiego que da la soledad bien entendida.
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