OSADÍAS
con ansias de soldado primerizo.
Cuando gritaron ¡fuego!, vio que estaba
sin armas, sin palabras y sin balas.
Regresó de inmediato a retaguardia,
en busca de posibles municiones.
Cuando volvió al fragor de las
trincheras,
la lucha estaba ya finalizada.
Así una y otra vez le sucedía
al intentar vivir cada mañana.
Salir a ver la vida exige antes
vestir de pensamiento esa osadía.
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