EL ORDEN DE FACTORES
A pesar de los calores extraordinarios de
estos días finales del mes de abril, un paseíto al atardecer suele resultar
reconfortante. Ayer lo hice, como lo hago otros días. La calle Mayor estaba
bastante transitada, aunque los locales comerciales se veían, como casi
siempre, vacíos de clientes. El pequeño comercio, aquí y en cualquier otro
sitio, tiene un camino muy estrecho para la supervivencia.
En mitad del paseo y en plena calle, me
encontré con una persona que está incluida en una de las listas que se
presentan a las próximas elecciones municipales. Después del saludo, le
pregunté por la situación de los trabajos de esa candidatura y por las
expectativas de la misma. Me contestó que venía en aquellos momentos de una
reunión en la que se estaba preparando el programa electoral. Me quedé
mirándolo con cara de extrañeza para que me atendiera mejor a lo que le iba a
comentar. En resumen, fue lo siguiente:
Una
buena planificación debería seguir los siguientes pasos:
1.- Definir la ideología con la que el grupo
se va a presentar. ¿Sin base ideológica, hay algo consistente y duradero, o
todo se resolverá en impulso, improvisación y salida del paso a trompicones?
Habrá que suponer que los que compongan esa lista electoral compartirán unos
principios ideológicos básicos. En algunos casos, los componentes ya los habrán
manifestado, ¿y en los que se incorporan desde fuera como ‘nuevos’?
2.- Desbrozada la ideología, esta nos llevará
a concretarla en un plan de actuación. Este plan y no otro es el programa
electoral, que no puede obedecer a ocurrencias, sino a la prioridad en las
acciones a la hora de gobernar, de asignar recursos y de tomar decisiones.
3.- Con la ideología y el programa esbozados,
se buscará a la persona y al grupo de personas que mejor puedan llevarlos a
cabo.
4.- El orden de factores aquí sí que altera el
producto, pues jerarquizar con orden y razón es la mejor manera de obtener
resultados beneficiosos para el conjunto de la comunidad. No sé si también
electorales.
La persona que me escuchaba se me quedó
mirando y me soltó de sopetón: «Pues claro, si parece de sentido común».
Le devolví una sonrisa de complicidad y le
deseé suerte, a él, a la candidatura y a la comunidad.
Nos despedimos y se marchó a seguir pensando
en actuaciones para componer el programa, porque la ideología y el cabeza de cartel
ya estaban adelantados en este proceso.
Yo seguí mi paseo por una calle que se volvía
silenciosa a medida que me acercaba hasta la parte más antigua de la ciudad
estrecha. Me dio por recordar las propiedades propias de la multiplicación -entre
ellas la conmutativa-, que aprendí hace ya tantos años y que aquí venían que ni
pintadas. La tarde se dejaba mecer en los brazos del horizonte y del ocaso.
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