HABEMUS
PAPAM
Por fin. Los cardenales se juntan, se aíslan, se ponen
al servicio de lo que les inspire el Espíritu Santo (eso dicen ellos) y señalan
a uno como representante máximo de su religión. Este asunto es importante
porque afecta a casi todo el mundo mundial; y lo hace desde muchísimos puntos
de vista: diplomático, religioso, moral, organizativo, racional... Yo mismo
llevo tres o cuatro reflexiones breves en pocos días acerca de este hecho.
Porque se puede estar cerca o lejos de la fe, se puede tener una idea u otra
acerca de la línea social de la iglesia, se puede...; pero lo que importa a más
personas es el hecho de que, al lado de la conciencia racional, existe la
conciencia espiritual del ser humano, de cualquier ser humano.
Hay, sin embargo, en todos estos actos religiosos de
cambio de pontificado toda una parafernalia que a mí me resulta difícil de
entender y que se me atraganta. Porque medio mundo andaba ayer y el día
anterior pendiente de que una chimenea expulsara humo negro o blanco. Sin ganas
de herir la sensibilidad de nadie, incluso un par de gaviotas con su cría (y la
metáfora se crea sola) se había acercado hasta el artefacto en el tejado, como
oliendo lo que se les venía encima. En la amplia plaza de San Pedro, miles y
miles de personas aguardaban expectantes y como medio en éxtasis las noticias
del tejado. Y todo el mundo sabía que ni se iba a caer el mundo ni se iba a
modificar nada importante.
Pero es que, al mismo tiempo, seguían muriendo niños
en Gaza y en Ucrania, el hambre seguía haciendo de las suyas en muchos países y
las desigualdades continuaban mostrándose casi ufanas en casi todos los
lugares. O sea que, en un mundo hecho una piltrafa, todo dormía en el olvido y
solo se salvaba un pequeño tubo y el humo que por él iba a salir.
Los medios de comunicación (¡qué comentario tiene lo
de los medios de comunicación españoles!) de medio mundo habían preparado, con
emisiones a gogó, el ambiente, como hacen los teloneros cuando una “estrella” del
espectáculo se hace esperar. Y, de repente, la figura del nuevo papa en el
balcón. El éxtasis y el botellón místico. También en ese momento seguían
muriendo niños y personas mayores en los conflictos bélicos y sociales de todo
el mundo. Y antes. Y después.
Me reprendo a mí mismo diciéndome que esto puede sonar
a demagogia y que una cosa no evita la otra. Pero los hechos siguen existiendo.
Confieso mi convencimiento de que el ser humano tiene
una parte de espiritualidad (que no es lo mismo que religiosidad) que lo alimenta
y le da fuerzas para completar su débil razón y seguir en la pelea de la vida.
Expreso mi casi encantamiento con la liturgia y con todos los elementos que la
acompañan. Asiento ante la afirmación de que la sociedad necesita referentes
morales y éticos al lado de tantas variables que solo buscan el éxito personal.
Deseo el mejor éxito al nuevo papa: Ojalá logre equilibrar aquello que su
patrón, san Agustín, entendía como “La ciudad de Dios”, modelo de la
ciudad pagana... Y mil deseos más. Sospecho que no le dará para aquella
experiencia del fundador de su orden religiosa cuando el niño le comentaba que
más difícil que vaciar el mar con un cubo era comprender el misterio de la
Trinidad, pero en el misterio la iglesia se mueve como nadie. Su experiencia
misionera le ha de ayudar mucho. Por las notas que van llegando, me sucede como
en otra ocasión con la llegada de Obama a la presidencia de Estados Unidos, que
me ilusiona, pero no me hago ilusiones.
Pero cada cosa en su sitio y sin el olvido tan
elocuente de las desgracias que afectan a tantos de nuestros semejantes. Porque
al momento ya todo eran aplausos y búsqueda de elementos de alabanza para el
nuevo pontífice. Los símbolos y baratijas ya corrían para llenar los deseos
supersticiosos de unos y de otros, y para contento de los vendedores.
Un chute de entusiasmo. Que el árbol no nos impida
contemplar el bosque, ni el dedo nos oculte la luna. Amén
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