sábado, 10 de mayo de 2025

HABEMUS PAPAM

 

HABEMUS PAPAM

Por fin. Los cardenales se juntan, se aíslan, se ponen al servicio de lo que les inspire el Espíritu Santo (eso dicen ellos) y señalan a uno como representante máximo de su religión. Este asunto es importante porque afecta a casi todo el mundo mundial; y lo hace desde muchísimos puntos de vista: diplomático, religioso, moral, organizativo, racional... Yo mismo llevo tres o cuatro reflexiones breves en pocos días acerca de este hecho. Porque se puede estar cerca o lejos de la fe, se puede tener una idea u otra acerca de la línea social de la iglesia, se puede...; pero lo que importa a más personas es el hecho de que, al lado de la conciencia racional, existe la conciencia espiritual del ser humano, de cualquier ser humano.

Hay, sin embargo, en todos estos actos religiosos de cambio de pontificado toda una parafernalia que a mí me resulta difícil de entender y que se me atraganta. Porque medio mundo andaba ayer y el día anterior pendiente de que una chimenea expulsara humo negro o blanco. Sin ganas de herir la sensibilidad de nadie, incluso un par de gaviotas con su cría (y la metáfora se crea sola) se había acercado hasta el artefacto en el tejado, como oliendo lo que se les venía encima. En la amplia plaza de San Pedro, miles y miles de personas aguardaban expectantes y como medio en éxtasis las noticias del tejado. Y todo el mundo sabía que ni se iba a caer el mundo ni se iba a modificar nada importante.

Pero es que, al mismo tiempo, seguían muriendo niños en Gaza y en Ucrania, el hambre seguía haciendo de las suyas en muchos países y las desigualdades continuaban mostrándose casi ufanas en casi todos los lugares. O sea que, en un mundo hecho una piltrafa, todo dormía en el olvido y solo se salvaba un pequeño tubo y el humo que por él iba a salir.

Los medios de comunicación (¡qué comentario tiene lo de los medios de comunicación españoles!) de medio mundo habían preparado, con emisiones a gogó, el ambiente, como hacen los teloneros cuando una “estrella” del espectáculo se hace esperar. Y, de repente, la figura del nuevo papa en el balcón. El éxtasis y el botellón místico. También en ese momento seguían muriendo niños y personas mayores en los conflictos bélicos y sociales de todo el mundo. Y antes. Y después.

Me reprendo a mí mismo diciéndome que esto puede sonar a demagogia y que una cosa no evita la otra. Pero los hechos siguen existiendo.

Confieso mi convencimiento de que el ser humano tiene una parte de espiritualidad (que no es lo mismo que religiosidad) que lo alimenta y le da fuerzas para completar su débil razón y seguir en la pelea de la vida. Expreso mi casi encantamiento con la liturgia y con todos los elementos que la acompañan. Asiento ante la afirmación de que la sociedad necesita referentes morales y éticos al lado de tantas variables que solo buscan el éxito personal. Deseo el mejor éxito al nuevo papa: Ojalá logre equilibrar aquello que su patrón, san Agustín, entendía como “La ciudad de Dios”, modelo de la ciudad pagana... Y mil deseos más. Sospecho que no le dará para aquella experiencia del fundador de su orden religiosa cuando el niño le comentaba que más difícil que vaciar el mar con un cubo era comprender el misterio de la Trinidad, pero en el misterio la iglesia se mueve como nadie. Su experiencia misionera le ha de ayudar mucho. Por las notas que van llegando, me sucede como en otra ocasión con la llegada de Obama a la presidencia de Estados Unidos, que me ilusiona, pero no me hago ilusiones.

Pero cada cosa en su sitio y sin el olvido tan elocuente de las desgracias que afectan a tantos de nuestros semejantes. Porque al momento ya todo eran aplausos y búsqueda de elementos de alabanza para el nuevo pontífice. Los símbolos y baratijas ya corrían para llenar los deseos supersticiosos de unos y de otros, y para contento de los vendedores.

Un chute de entusiasmo. Que el árbol no nos impida contemplar el bosque, ni el dedo nos oculte la luna. Amén  

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