LA AMANTE PERFECTA
Es el feliz silencio de su entrega,
la epifanía intensa de todo lo invisible,
el delicado tacto de la mansedumbre,
la entrega sin entrega de todas las entregas.
Las manos ya se rinden dulcemente
al contacto esperado de otras manos,
las bocas van sin pausa hacia otras bocas
y se funden en otra boca nueva,
todo lo que fue hielo se hace llama
y arde voraz la nieve hecha ya fuego,
los brazos se desploman
en el dulce socorro de otros brazos.
Tras un breve silencio, todo es baile,
danza del vientre, luz de los espejos:
la boca se adelgaza y se hace densa,
se ablanda en la saliva de otra boca,
se estira, se disuelve, se eterniza
en otro mar fecundo y lujurioso,
el cuerpo se abandona en otro cuerpo
que lo hace suyo entero y que lo envuelve
en una contorsión interminable,
pechos, muslos, espaldas y cintura
juegan al juego hermoso del infierno,
la esbelta desnudez se tensa en arco
y se destensa al ritmo desbordante
de un perturbado grito complacido.
El instante se alarga en un crescendo
y se olvida en el lecho del olvido,
hasta el feliz momento en que se rinde
el cuerpo a la fatiga
y el labio sudoroso alcanza su contento
debajo de los párpados de nieve.
Después, humildemente,
como entregada al ritmo de una fiel costumbre,
escala por el cuerpo y se complace,
acompasa sus pechos y su cuerpo
y se deja, se olvida, se distiende,
y ya todo es abismo en la quietud,
abatimiento y calma,
reposo y lentitud, placer, olvido.
1 comentario:
Apasionada descripción de la entrega de dos cuerpos.
Publicar un comentario