LA
GIMNASIA CON LA MAGNESIA
Un castizo diría el culo
con las témporas. O cualquier lindeza semejante. Ni la pandemia da tregua a
calmar un poco los ánimos.
Ayer mismo oía, en boca
del vicepresidente del Gobierno, igualar a los exiliados republicanos en la
guerra civil con la huida de Puigdemont hace un par de años.
Creo que casi todos, con
una frecuencia que llama la atención, tendemos a confundir nuestra opinión con
las bondades o maldades de la ley; a creer que, si nosotros pensamos que algo
es de una manera, la ley tiene que acomodarse a esa manera de pensar. Y así no
vamos a ningún sitio en la convivencia.
Que al señor Iglesias le
parezca bien o mal la acción de Puigdemont entra dentro de lo que es opinión y
tiene derecho a ella. A partir de ahí, yo coincidiré en todo, en parte o en
nada con ella. Pero una comunidad tiene que regirse por las leyes positivas que
sus miembros hayan acordado, por más que cada individuo particular se sienta más
o menos cómodo con ellas. Salirse de ahí es invocar la ley del más fuerte y el
caos para casi todos.
A mí nada me gusta que el
dueño de Zara tenga tanto dinero y, con él, tanto poder; pero no se me ocurre
ir mañana a robarle. Vivimos en un Estado social y democrático de derecho. En él
caben todas las reformas que queramos acordar; pero conseguidas desde los
mecanismos que nos hemos dado para ello. Parece elemental el razonamiento, por
más que, a veces, tendamos a disculpar que se fuerce un poco esa reglamentación.
Para dirimir las diferencias están los tribunales. ¿Hace falta explicar esto? Pero
si es el abecé del sentido común y del derecho.
Pues esto ha salido por
la boca de un vicepresidente del Gobierno. Así llegamos poco lejos. Y, como un
desliz lo puede tener cualquiera, se le podría perdonar y aquí paz y después
gloria; pero es que se ha vuelto a repetir cuando le han preguntado de nuevo.
Tengo la impresión de
que, en numerosas ocasiones, una defensa débil de las ideas que defendemos se
nos vuelve contra nosotros y nos lleva al efecto contrario al deseado. Para
terminar de arreglar el desaguisado, se trata de un muy importante
representante público.
¡Qué dirían los exiliados
republicanos, defensores de la legalidad ante los sublevados contra ella, al
ser comparados con un huido de la justicia, que puede defenderse ante los
tribunales de un país en cuya vicepresidencia se halla una persona que los
equipara!
En nada desdice esto a la
verdad o mentira de las ideas que el vicepresidente, señor Iglesias, profese o
defienda en otras ocasiones. Pero esta me parece muy gorda, porque engloba un
fondo general peligrosísimo de organización social y jurídica.
Sospecho que muchos
confunden también la gimnasia con la magnesia cuando, tratándose del líder de Unidas
Podemos, meten todo en el mismo saco y descalifican porque sí.
Pero esta… Es que esta…
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