LAS METAMORFOSIS. ¡POR FIN!
Hasta que uno no tiene en
sus manos cualquiera de sus libros, nada es del todo seguro: siempre queda la
duda de que algo puede suceder en el camino que estropee todo el proceso. Pero,
cuando uno lo estrecha con cuidado y observa la portada, abre con curiosidad
las páginas, se detiene en la tipografía, deshoja -primero deprisa y luego despacio-
las planas y vuelve a repetirlo una y otra vez, entonces es cuando se siente
que el camino no tiene vuelta atrás y que lo hecho hecho está.
Es el momento de echar la
vista atrás y de recorrer imaginativamente el camino y el proceso de la
creación: dónde, cómo y por qué surgió la idea; cómo se fue concretando; cuál
fue el momento en el que aquello cogió velocidad; en qué momento se sintió que
aquello ya tenía estructura y vencía las dificultades iniciales; cuáles fueron
los momentos de desánimo y cómo se resolvieron; quién empujó más para no morir
en el intento; las reflexiones acerca de para quién escribe uno; cómo se
desarrolló el proceso de edición…
¡Cuántos momentos
componen el proceso de creación de un libro!
Hoy, por fin, me han
llegado los dos primeros ejemplares de mi libro Las metamorfosis, que suponen una recreación poética de las de
Ovidio. Llevaban esperando este momento nada menos que quince años. Mi timidez
y mis escasas creencias en tantas variables del mundo editorial, del de las
distribuciones y de otros mundos no me ayudan mucho precisamente.
La Diputación de
Salamanca, en un proceso casi casual, se hizo cargo de su edición hace ya
prácticamente un año. La maldita pandemia lo ha retrasado todo. Pero la
criatura ha nacido. Y tiene buen aspecto. Hasta parece rolliza. La bautizaremos
el próximo viernes en Salamanca, en un formato reducido: solo para los medios
de comunicación, por culpa de las restricciones de la pandemia. A partir de
ahí, poco puedo ya decir. Serán los medios los que dirán o dejarán de decir
según les interese o no. Y será la Diputación la encargada de darle a la
distribución para que sea leído el libro.
El libro de creación
nunca queda completo hasta que no se enfrenta cara a cara con el lector
individual. Pero esta es ya tarea que me sobrepasa. Únicamente puedo desear que
tanto los medios como la Diputación sean padrinos rumbosos, y que los lectores
sean benevolentes.
Reivindico para mí mismo
dos valores en el libro. El primero es el poético. Debería estar por encima de
cualquier otro. Recrear el mundo de Ovidio no es sencillo, pero ahí está lo que
está. El segundo es el valor didáctico. Creo que podría muy bien ser un libro
de lectura agradable en cualquier centro educativo o cultural: daría muchas
pistas para otras lecturas y animaría a muchos a acercarse al mundo clásico sin
prejuicios. Quizá sea mucha reivindicación, pero por pedir que no quede.
En fin, el tiempo dirá.
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