LA CENSURA DE LA MOCIÓN
«Los pájaros a las escopetas». «Ir por lana y
salir trasquilados». Y tantos otros dichos que nos indican que, con frecuencia,
el resultado que se buscaba es exactamente el contrario del que se consigue. El
idioma castellano es muy rico. En esto y en casi todo. A él podemos acudir casi
siempre para clarificar ideas.
Se está produciendo en el Parlamento una
moción de censura presentada por los diputados de VOX y con un candidato
interpuesto en la persona del economista Ramón Tamames, hombre casi
nonagenario, que parece querer prestar un último servicio al país antes de
retirarse definitivamente a los cuarteles de su ancianidad.
Todo el derecho del mundo a realizarla. Ningún
derecho por mi parte a entrar en la conciencia del candidato para indagar en
los motivos que le han llevado a prestarse a tal hecho. Él sabrá. Solo me
asiste el derecho de la suposición razonable. Y esta no me devuelve resultados
muy positivos para el candidato. Pero tengo que dejarlo ahí.
Algo muy diferente es el desarrollo de la
moción. En él, las palabras, los gestos y las ideas salen a la luz y pueden y
deben ser interpretadas por los ciudadanos, pues a ellos les afectan.
El candidato, Ramón Tamames, ha sido un
reconocido economista en este país. Hasta los más alejados del campo de la
economía hemos leído y subrayado en otros tiempos su obra Estructura
económica de España. Yo al menos sí lo he hecho y debo deducir que, con más
razón, los más allegados a la materia. Tenía -¿tiene?- el señor Tamames bagaje
mental para presentar un compendio de ideas que se estructuraran en dos partes,
las que debe tener cualquier moción. La primera es la de la suma de elementos
negativos que den a conocer que la actividad de los dirigentes no es la
correcta y que deben dar paso a otros gobernantes distintos. La segunda es la
descripción de un programa general en el que se manifiesten los cambios que se
proponen para que esa situación cambie a mejor. O sea, lo que se conoce en
cualquier sitio como un programa de gobierno.
Pues resulta que el candidato se conformó con
presentar una panoplia de elementos que, a su juicio, afeaban la actuación del
Gobierno, y en eso se quedó. Tal vez -hay que ser muy respetuoso con ciertas
variables- se quedó algo traspuesto, o al menos cansado, después de escuchar
los improperios de quien le había precedido en el uso de la palabra y lo había
propuesto para el cargo.
El campo quedó así abonado para que los que le
respondían lo hicieran con una mezcla extraña de elementos de conmiseración, de
retención de impulsos, de soltura, de extensión y hasta de crueldad
innecesaria. Y lo que se había previsto como una moción de censura se
transformó en una censura a la moción, en una especie de gracieta con poco
gusto y en un espectáculo poco edificante.
Tengo la impresión -por utilizar un eufemismo-
de que nadie ganó en el espectáculo: ni los proponentes (solo algo de borrosa visibilidad),
ni el candidato (salvo ese pretendido minuto de gloria, que no sé si, a su edad
y con su experiencia vital, lo necesitaba para algo), ni el Gobierno (porque no
hubo posibilidad de contraste, por la desigualdad), ni los demás grupos
políticos (por la misma razón), ni siquiera el PP (con su candidato haciéndose
el sueco en la embajada idem, en ocasión aparentemente tan solemne), ni
los españoles en general (que asistieran atónitos a un espectáculo con sabor a
patio de colegio, a residencia de ancianos y a peleas con escasa misericordia).
A mí, desde luego, no me han regalado ningún
caramelo ni ninguna fruta dulce. Será porque nunca me ha gustado hacer leña del
árbol caído. Salvo de aquella leña de mis años niños que caía del árbol a golpe
de sierra, de petalla y de destral, se hacía trozos y apilábamos para hacer
cisco o carbón en el monte. Pero aquello era necesidad y ahora es nostalgia.
Esto es algo bien distinto.
En la comida, quise beber un vaso de vino de
reserva y resultó que estaba agriado. Seguro que porque no había envejecido convenientemente.
Le pasa al vino y a algunas personas.
N.B. Comentario aparte merece la intervención
de Yolanda Díaz, vicepresidente (a) del Gobierno. Brillante y con mezcla
extraordinaria de ideas y de datos concretos. Ojo a su trayectoria, a su
relación con el PSOE y a su combinatoria dudosa con PODEMOS. Pero esta nota se
escapa de estas líneas.
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