viernes, 3 de marzo de 2023

CONVICCIÓN / RESPONSABILIDAD

 CONVICCIÓN / RESPONSABILIDAD

Distinguía Max Weber entre «ética de la convicción» y «ética de la responsabilidad». Y lo hacía pensando en cualquier actividad de la vida, pero, sobre todo, en la actividad política.

Las elecciones locales y regionales están a la vuelta de la esquina (menos de tres meses) y los partidos andan ya en plena tarea para conformar las listas electorales. En los lugares pequeños no resulta sencilla la elaboración de las listas por falta de aspirantes; en las poblaciones más grandes, lo que sobran son aspirantes y hasta trepas.

Para ambas situaciones, nos vale la distinción del sociólogo Max Weber. Con una consideración previa: la de que exista algún tipo de ética en los que se embarquen en las listas y sea cual sea el método utilizado para la selección.

De entrada, hay demasiados aspirantes que no se cansan nunca de repetir y repetir, como si tuvieran una vocación irresistible de redimir al mundo y de salvar a todo quisque, Tal vez porque hay vocaciones que son eternas, vaya usted a saber.

De entrada, prefiero conceder el beneficio de la duda a todos; aunque solo sea por esa disposición a embarcarse en algo que afecta a la comunidad y no solo al beneficio personal.

Pero, sea como sea, sería conveniente analizar a qué ética atenerse o en qué medida hay que darles cancha a ambas. La «ética de la convicción» tiene como base los principios ideológicos por encima de todo; según ellos, se iría a la representación con la idea de desarrollar esos principios, que -se entiende- favorecen a la comunidad. «La ética de la responsabilidad» tiene en cuenta también los resultados que la aplicación de esos principios tiene en la práctica diaria.

Parece obvio que la ética de la convicción representa un nivel en el que los ideales mandan, y, en menor medida, los resultados en votos que se obtengan. En la ética de la responsabilidad se cuelan las cesiones en aras de conseguir resultados electorales y votaciones que convengan o al partido o a la gestión general. Esto lo conocen muy bien esas gentes llamadas «personas de partido», esas que tanta importancia conceden al criterio de oportunidad y que, con este subterfugio, siempre resultan beneficiados personalmente. Simplificando un poco las cosas, defienden que todos los trapos sucios se laven en casa y que el partido siempre tiene razón.

Seguramente algo de las dos éticas sea necesario en el discurrir diario. Como siempre, convendrá no hacer conceptos absolutos de nada; pero tampoco hacer aguas de todo y dejar nuestros principios aparcados en el olvido. Personalmente, prefiero aquel que se pasa en la ética de la convicción al que casi todo lo justifica con el partido o con la oportunidad o inoportunidad de la defensa de las ideas.

No sé en cuántos aspirantes se producirá esta reflexión o cuántos se apuntarán sin reflexión previa. Sería conveniente que los partidos y los candidatos rumiaran un poco estas ideas. Ellos como candidatos. Nosotros como electores.

1 comentario:

mojadopapel dijo...

Últimamente me quedan pocas ganas de votar, la verdad.