QUÉ, CON QUIÉN: EL ORDEN DE FACTORES
Andaba uno acostumbrado, en sus años de actividad
laboral, en hacer entender que el orden en la oración indicaba la importancia
que se le concedía a cada elemento en la idea. Al fin y al cabo, una frase
cualquiera no es otra cosa que la concreción lingüística de una idea, y su
análisis nos debe conducir a poner en claro qué elementos componen esa idea y
cómo se articulan. Luego viene todo eso de la aplicación nominal a cada
elemento, algo siempre farragoso y discutible. Así, con el análisis de la
oración, lo que hacemos es, sobre todo, entender cómo se ha compuesto la idea,
y estaremos en condiciones favorables para que la comunicación y la convivencia
nos sean más favorables a todos.
La primera división siempre nos da como
resultado la existencia de dos elementos: uno referido a «quién» y otro
referido a «qué». El primero es el denominado sujeto y el otro el que llamamos
predicado. Así, en «Pepito canta», quedan sobre la mesa un quién (Pepito) y un
qué, una acción (canta). El resto no es más que expansión de cada uno de estos
dos segmentos: Pepito canta una canción cada tarde, en su casa, con voz ronca…
Pero también esos segmentos se jerarquizan y
ordenan sus elementos secundarios. Por eso, aparece primero un complemento
llamado directo por ser el que aporta la primera información a la acción del verbo,
y luego otra serie de circunstancia de orden menor: los otros complementos.
Para el ejemplo propuesto, primero «pan» y después «en casa, cada tarde», etc.
Me sirve esta disquisición -por la que pido perdón
por sencilla y aparentemente innecesaria- para comentar algo que veo que se repite
casi a diario en nuestra vida pública. Vamos a ello.
Un día sí y otro también, los portavoces de
Unidas Podemos se afanan en afear al PSOE que pueda coincidir en la votación
por la reforma de la ley conocida popularmente como del «solo sí es sí» con
partidos de derecha. Mañana se vota en el Congreso su reforma. Y este caso es más
de lo mismo, pues lo oigo en cada ocasión que se produce esta posibilidad.
Mi corta capacidad me provoca escándalo porque
me parece una acusación que me lleva a un nivel mental de primero de párvulos. ¿De
modo que debe interesar más el «cómo» que el «qué»? Así se rompe la lógica más
elemental y yo debería devolver todas las mensualidades que han formado mis
retribuciones. Porque habíamos quedado en que primero era «qué» y luego «dónde,
cómo, con quién…».
Los militantes y representantes de UP tienen
todo el derecho (y la obligación si piensan que la razón les asiste) a defender
que la susodicha ley no se reforme; pero refugiarse bajo el paraguas de las
malas compañías para no hacerlo no es precisamente un argumento de peso. Si
llevamos el ejemplo al extremo, ¿deberemos dejarnos morir de hambre con tal de
que VOX o el PP no nos ayuden? La vida no debería ir de apestados, sino de
argumentos. Para este caso y para todos los demás. Si no se actúa así, es
posible que nos encontremos con el efecto contrario al que buscábamos. Y mucho
más si la táctica se repite y se convierte en sistema. Lo siguiente es el
terreno del empecinamiento, del enfrentamiento pasional y hasta del odio. Y no
anda el horno para estos bollos.
El contenido de esta ley es de suficiente
importancia y calado, y no deberíamos perdernos en formulismos, prejuicios y
postureos. Cuidado porque nos puede salir el tiro por la culata o hasta ir por
lana y salir trasquilados.
1 comentario:
Totalmente, de acuerdo.
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