CONTRANACIONALISMOS
Otro año más sin asistir a Villalar. Cachis.
La verdad es que no he asistido nunca ni tengo intención de hacerlo en el
futuro. Nada tengo contra los que allí acuden cada año, cumpliendo supongo que
una muy variada panoplia de intenciones; pero a mí este año incluso me ha
pasado desapercibida la fecha hasta que he visto imágenes por televisión. Andaba en otros quehaceres.
De vez en cuando he pensado en las posibles
causas que han motivado este despiste y no las encuentro fácilmente. Y esto
viene a demostrar que ninguna de ellas es importante o simplemente que no
existen causas. Lo cierto es que no tengo una conciencia muy clara de eso que
llaman regionalismos ni me considero otra cosa que ciudadano de mí mismo, de
los que me rodean y del mundo. Siempre alabo a mi pueblo, pero sé que el hecho
de haber nacido en él es asunto casual y que no obedece a ninguna intención, y
menos mía. He escrito tal vez más que nadie acerca de lo elementos, sobre todo
naturales, de esta ciudad estrecha en la que vivo; pero me asustan los
bejarauis. Considero que los nacionalismos son el peor cáncer de las sociedades
modernas, y mucho más de la española. En Villalar se festeja una derrota,
aunque bien sé que se hace para reivindicar justicia, libertad y otra sociedad
más positiva. Me instalo en la certeza de que esas reivindicaciones se pueden y
se deben practicar a diario y en todos los sitios. Me desagradan las multitudes
y las exaltaciones descontroladas. Las distancias y las edades son las que son.
En fin, qué sé yo…
Reitero que nada tengo en contra de todos los
que anualmente acuden entusiastas y bienintencionados a mantener los símbolos
de la reivindicación. Sin embargo, yo me encuentro mejor en la comodidad del
contraste de ideas.
Pero hay elementos que vienen a descontrolar
todo y a sacar a uno de sus casillas. De ello se encargan una vez más los
medios de comunicación. En los telediarios no he visto ni una sola alusión a la
fiesta de esta comunidad ni tampoco a la de Aragón, que celebra su fiesta el
mismo día. Todo el tiempo se lo ha llevado el reparto de rosas y libros en las
Ramblas de Cataluña. Como si no se leyera en ningún otro lugar de esta piel de
toro y todos los jardines florecieran al este del Ebro. Qué quieren que les
diga. Casi me llenan de gasolina el coche y me dejan en la carretera par ir a
Villalar. Porque resulta que estos territorios también existen, y han dado
realce a la historia de España, y componen la región más extensa de Europa, y
en ellas viven gentes de toda clase, también personas preocupadas por la
justicia, lectoras, que regalan rosas y leen libros, que piensan y exponen sus pensamientos,
que aspiran al bien común, que…
Pues papanatismo a gogó. Una vez, y otra, y
otra. Es ese otro contranacionalismo que emberrincha a los que no queremos ser
nacionalistas y que solo aspiramos a ser humildemente ciudadanos del mundo, de
un mundo en el que lo importante sea lo que aproxima y no lo que separa, donde
la regla sea la del amor y no la del odio, donde la meta sea la igualdad de
oportunidades y no la desigualdad, un mundo en el que, en fin, el orgullo no
esté en el supremacismo sino en la ayuda al que más lo necesita y en la alegría
compartida.
Yo no soy de Villalar, pero puedo ser de lo
que representa; no soy de las Ramblas, pero quiero ser de los libros y de las
rosas. Me niego, sin embargo, a ejercer de papanatas y de consolador de
nacionalistas. Entre otras cosas porque los nacionalismos son, por definición,
insaciables, y su esencia y su permanencia se basan en esa insaciabilidad.
Ufffff.
1 comentario:
Ay, Antonio, que lo de la presencia exclusiva en los informativos de lo de las Ramblas no tiene nada que ver con los libros ni con el amor a la literatura, sino con las acciones que los grandes grupos editoriales tienen en los medios de comunicación... Los informativos se han convertido en gran medida en anuncios publicitarios (y no solo de los libros).
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