APUNTE SOCIOLINGÜÍSTICO
Vuelvo de un paseo matinal por el campo. La
Corredera está muy concurrida: es lugar de paseo diario para personas mayores.
Tres varones casi llenan la acera soleada mientras van caminando y pegando la
hebra. Cuando paso a su lado, escucho estas palabras, dirigidas por uno de
ellos a sus compañeros: «Me han regalado un cacharrín asín, chiquinino». Cada
uno sigue su camino; ellos, el suyo; yo, el mío. La anécdota me sirve para la
consideración de hoy.
Los especialistas en sociología lingüística,
los dialectólogos y cualquier filólogo avispado andan siempre a la caza de
elementos que les den en conjunto una visión del estado de la lengua en un
espacio y en un tiempo determinados. Es simple deformación profesional, afición
o ambas cosas, ningún mérito más, ni menos. El pequeño tesoro de hoy es
bastante frecuente y muy sabroso, a pesar de su brevedad.
Solo siete palabras y acumulan toda una serie
de consideraciones de tipo social y filológico.
. Seguro que no nos equivocamos si afirmamos
que el hablante pertenece a un grupo social bajo, o al menos de escasa
aproximación a la lectura y a la escritura, o sea, a la cultura lingüística.
. Una fijación fonética seguro que nos habría
mostrado la pérdida de la -d- en el participio «regalado».
. El uso del diminutivo -in («cacharrín») nos
acerca a unos espacios del occidente peninsular. Y, efectivamente, estamos en
Béjar, tierra fronteriza entre el castellano y el leonés, que es el que más
utiliza esta forma.
. La forma «asín», con el añadido de esa ene
final, no es más que otra prueba del alejamiento de ese hablante del
conocimiento y de la reflexión lingüística. Este vulgarismo se explica por la
fuerza que tiene la sílaba final aguda, que carga con un esfuerzo fónico mayor
y por eso puede admitir otro sonido. A veces, incluso se oye «asina».
. La palabra «chiquinino» incorpora una forma
aún más propia del leonés, en su fórmula extremeña. -in, -ino, -inino,
-irrinino (chico, chiquitín, chiquino, chiquinino, chiquirrinino) son formas
diminutivas que se pueden oír en el occidente de España, en esa distribución de
extraordinaria variedad de los sufijos diminutivos en castellano.
. A todo eso hay que añadir el doble valor que
incorporan los diminutivos en nuestra lengua, pues en numerosas ocasiones no
indican disminución de tamaño sino aumento de valor afectivo. Así que habría
que concretar si el regalo era realmente pequeño de tamaño o se trataba de un
regalo de especial aprecio.
. Para echarle más imaginación a la frase,
piénsese en el uso del hiperónimo (nombre genérico para una especie)
«cacharrín». ¿De qué clase de «cacharro» se trataría? ¿Un teléfono? ¿un
televisor?, ¿un bastón? Cualquiera sabe.
Los tres jubilados siguieron su camino hacia el
parque de la Corredera y yo hice lo propio hacia mi casa. A la sombra de los
plátanos, que ya tienen la hojas crecidas, seguirían sus peroratas, sin saber
que yo había estirado mi antena para robarles un ejemplo de uso de la lengua
que deja al descubierto al que la usa mejor que si de una confesión se tratara.
La lengua es nuestra herramienta más importante
para la comunicación. Su conocimiento y su buen uso no son cosa poco
importante. Con ella nos mostramos a los demás y los demás se muestran a
nosotros. Nos jugamos nada menos que la convivencia, los buenos usos y los
malos o buenos entendidos.
El modelo de lengua es uno, paro los usos son
muchos, tantos como hablantes. El señor que había recibido el «cacharrín» solo
estaba haciendo uso de uno de ellos. Que el regalo haya sido hermoso y
afectuoso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario