lunes, 6 de mayo de 2024

DISFRACES CONSERVADORES

 DISFRACES CONSERVADORES

Las sociedades occidentales modernas andan enfrascadas en continuas escaramuzas entre partidos políticos, en eso que llamamos elecciones. Es esta vieja España se están celebrando nada menos que tres elecciones en un solo trimestre. No deberíamos sentir alergia a algo que, al fin y al cabo, no hace más que depositar en forma de votos las voluntades de los ciudadanos. Más bien al contrario; si técnicamente fuera posible, habría que someter a la voluntad de todos los miembros de la comunidad más decisiones de esas que nos afectan a todos.

Pero a mí me siguen escandalizando muchas de las formas que en estos días de campaña se vienen utilizando. Cada formación política tiene su base electoral, que conoce por sociología y por sondeos. Pues en estos días de exposición no hay ninguno que no aspire a mantener esa parroquia y a aumentar por ambos lados la misma. ¿Qué hace para ello? Uno supondría que, fundamentalmente, exponer sus principios ideológicos y concretar los usos políticos que de ellos aspira a hacer, o sea, un índice de las medidas fundamentales que aspira a poner en marcha. ¿Es esto lo que se hace? No, rotundamente no. En las manifestaciones públicas, eso que llamamos mítines, quien más quien menos se cuida muy mucho de no herir la sensibilidad de los posibles votantes y emplea casi todos sus esfuerzos en dejar al descubierto los “males” de los demás y ponerles flores y bondades a los asistentes y a lo que genéricamente se les propone.

Lo que sucede en realidad es que las formaciones políticas tienen miedo a equivocarse y a perder cualquier voto de aquellos que se presuponen suyos. La consecuencia es la ausencia de discursos en los que se exponga sin tapujos lo que se piensa, aquello que se considere mejor para la comunidad, caiga bien o mal a los que están escuchando, se ganen o se pierdan votos con ello. Parece que, en el fondo, en lo que se refiere a esta actitud, todos los partidos son conservadores, tienen reparos evidentes, cuando no miedo, a salirse del carril y de lo políticamente correcto. Por ello, bailan la sardana -o la jota si es el caso- si es preciso, aunque no tengan ni un gramo de sentido del ritmo, o defienden cualquier cosa en la que no creen con tal de contentar el impulso emotivo del votante. Hay como una corriente acomodaticia y pendulona, en lugar de exponer las ideas y los programas con serenidad, pero sin fingimientos ni medias tintas.

Si esto fuera como aquí se expone, estaríamos en condiciones de quejarnos de la política en general y de su uso conservador por parte de todos. Y estaríamos asistiendo a una justificación de casi cualquier medio con tal de conseguir el fin primero que se persigue: la obtención de votos; habríamos convertido la democracia en un espectáculo de contar números solamente, o sea, en una democracia numérica. Excuso decir que este tipo de democracia resulta muy pobre. Esto ajusta muy bien con aquellos que no tienen ideas, sino intereses, y justifican cualquier medio. Cada cual sabrá a quién me refiero.

Imaginemos que un político, o partido, se haya prestado al disfraz de las formas y a dejarse llevar por lo que pide el momento emotivo concreto y se aleja de sus ideas. ¿Qué puede pensar si después fracasa? Y si triunfa, ¿qué le dirá su conciencia?

Ahora imaginemos a aquel que ha expuesto sus ideas en público, ha dicho sus verdades, aunque con ello no haya satisfecho a los oyentes y ha triunfado. Difícil, es verdad; pero ¿y si sucede? Miel sobre hojuelas. Y, si fracasa, ¿qué le dictará su conciencia?

Puestos a elegir…

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