viernes, 12 de julio de 2024

ASÍ NO

 ASÍ NO

 Leo, en un artículo de opinión en El País, las siguientes palabras: «El estado decrépito de la sanidad pública en mi comunidad autónoma y en otros puntos de España nos habla de una agenda sistemática con la que se persigue desmantelar el estado del bienestar en su conjunto y devolver a las ya precarizadas clases medias a su punto de partida: la miseria. Como vengo del futuro, Estados Unidos, no me resulta difícil proyectar un escenario tan factible como aterrador en mi tierra». Su autora es Azahara Palomeque. Opiniones semejantes se pueden oír y leer a diario y casi en cualquier medio; sobre todo, claro, entre personas que se definen de izquierdas.

A mí, que creo que en lo social tengo un pensamiento de izquierdas, esto me produce desazón. ¿Por qué? Pues porque con ello se consigue, me parece, lo contrario de lo que se quiere conseguir. ¿Cómo es posible pensar que una ideología política «persiga desmantelar el estado del bienestar en su conjunto y devolver a las ya precarizadas clases medias a su punto de partida»? Eso no habría que atribuírselo ni al mayor genio del mal personificado. Por ahí vamos mal, y, de nuevo, nos podemos acercar al cuento de Juan y el lobo, que tantos males produjo. No, hombre, no; lo que podemos hacer es disputar y confrontar ideas acerca de cuáles son las mejores (o las menos malas) políticas en sanidad o en cualquier otro ámbito, con el fin de conseguir una situación general más o menos beneficiosa. Pero atribuir un intento premeditado de intentar un mal general para la comunidad… Esto es un bumerán que se puede volver contra nosotros en cualquier momento.

Acudir a la historia, a las ideas que de un lado y del otro se han desarrollado, observar la realidad que nos rodea, indagar en los límites de la razón y de la buena voluntad, presentar escalas de valores diferentes, definir unas líneas de futuro, describir unas políticas que concreten esas ideas y esas ideologías y, en fin, plantear unos programas concretos para desarrollar toda esa batería de pensamientos es lo que debemos aportar unos y otros. La batalla la debemos dar en la confrontación de las ideas, no en la anulación absoluta de los demás. Los otros son personas como nosotros y, de entrada, no podemos pensar que buscan el mal, sino el bien de la comunidad, lo mismo que nosotros mismos. Lo que nos separa no debería el fin, sino los medios para conseguirlo.

Después, en el desarrollo de las ideas es donde hay que defender con energía y serenidad nuestros pensamientos con el fin de atraer hacia ellos a todos los que, lícitamente, no piensan del mismo modo. Si alguna pizca de maldad se hubiera instalado en ellos, seguro que, de esa manera, tendería a esfumarse. Con la demonización absoluta, lo único que conseguimos es que se reafirmen en sus planteamientos; y así, el enfrentamiento estará servido.

Sería bueno empezar por comprender que casi todo en la vida es gris, que los elementos absolutos o no existen o se escapan a la comprensión del ser humano. Vengamos, pues, a lo relativo y a los planteamientos positivos e integradores. Nos haremos más fuertes a la larga.

Ya sé que, cuando se acumulan tantos despropósitos, no es fácil mantener la calma; pero, incluso en esos casos, nos está negado el rechazo absoluto.

No creo que, ni desde las ideas más distintas a las mías, exista «una agenda sistemática con la que se persigue desmantelar el estado del bienestar en su conjunto». Prefiero pensar que no es así, aunque me instale en la ingenuidad. Desde ella creo que puedo interpelar mejor a aquellos que, según la autora, se conjuran para conseguirlo.

1 comentario:

mojadopapel dijo...

Esto que escribes, se llama templanza, y de esta cualidad haría mucha falta en los debates políticos, y serenidad, para poder defender las ideas con argumentos, y no con descalificaciones e insultos