miércoles, 12 de agosto de 2015

AIRIÑOS DA MIÑA TERRA



Me parecen muy osadas las afirmaciones que aseguran características especiales a comunidades humanas específicas. Así, los alemanes son esto o lo otro, o los españoles se comportan así o asao. Lo mismo sucede con las distintas lenguas.
Sin embargo, algo de eso hay. Tómense, pues, estas afirmaciones con cuidado, pero estúdiense y aplíquense con tacto y tino.
Hoy he experimentado algo de esto en lo que se refiere a dos lenguas, la gallega y la castellana. Nadie puede negar que cada lengua posee su fonética, su distribución vocálica y consonántica, su entonación, sus silencios y sus períodos, su distribución semántica… Una visión, en suma, particular de aprehender el mundo y de cifrarlo en un sistema de comunicación.
He leído de nuevo a Rosalía de Castro. Y lo he hecho en gallego y en castellano (su producción abarca ambos registros). Y qué diferencia he sentido al pasar del gallego al castellano. Tengo que reconocer que, en la lengua común castellana, se me cae de las manos la autora gallega; sobre todo después de degustar la melancolía fonética y ambiental de sus ensoñaciones en gallego. Porque a Rosalía hay que leerla en voz alta y entonar los sueños y las brumas también de forma brumosa. Su melancolía personal, su visión negativa y ese poso de tristeza continua no son posibles sin un paisaje fónico y de color que los acoja.
Para mi desgracia, yo no creo que Rosalía sea una poetisa excepcional, y me parece que casi nunca despega del ambiente rural neblinoso y sentimental. Pero esto lo hace tan bien… No me extraña que los gallegos la quieran tanto y que cualquiera que se acerque a ella la sienta cercana hasta un sentimiento parecido al de la compasión
Pero hoy solo quiero dejar constancia de ese contraste que me golpea cuando dejo el gallego como lengua y paso de registro al castellano en Rosalía. Esta melancolía fónica del gallego pone también distancia a la naturaleza, a los amores y a los paisajes. Y, en medio de todos ellos, la poetisa doliente y pesimista. En castellano ya todo se le hace más brusco y cerrado, más golpeado y más simétrico, más versal y  menos vaporoso. La época de ensalzamiento de lo regional en la que vivió tal vez hizo el resto.
Por eso me quedo con versos en gallego para honrarla:



“Corre o vento, o río pasa,
corren nubes, nubes corren
camiño da miña casa.

Miña casa, meu abrigo;
vanse todos, eu me quedo
sin compaña nin amigo.

Eu me quedo contemprando
as laradas das casiñas


por quen vivo suspirando.

Ven a noite, morre o día,
as campanas tocan lonxe
o tocar da Ave María.

Elas tocan pra que rece;
eu non rezo, que os saloucos
afogándome parece
que por min tén que rezar.

Campanas de Bastabales,
cando vos oio tocar,

mórrome de soidades”. 

No hay comentarios: