Me parecen
muy osadas las afirmaciones que aseguran características especiales a
comunidades humanas específicas. Así, los alemanes son esto o lo otro, o los
españoles se comportan así o asao. Lo mismo sucede con las distintas lenguas.
Sin embargo,
algo de eso hay. Tómense, pues, estas afirmaciones con cuidado, pero estúdiense
y aplíquense con tacto y tino.
Hoy he
experimentado algo de esto en lo que se refiere a dos lenguas, la gallega y la
castellana. Nadie puede negar que cada lengua posee su fonética, su
distribución vocálica y consonántica, su entonación, sus silencios y sus
períodos, su distribución semántica… Una visión, en suma, particular de
aprehender el mundo y de cifrarlo en un sistema de comunicación.
He leído de
nuevo a Rosalía de Castro. Y lo he hecho en gallego y en castellano (su
producción abarca ambos registros). Y qué diferencia he sentido al pasar del
gallego al castellano. Tengo que reconocer que, en la lengua común castellana,
se me cae de las manos la autora gallega; sobre todo después de degustar la
melancolía fonética y ambiental de sus ensoñaciones en gallego. Porque a
Rosalía hay que leerla en voz alta y entonar los sueños y las brumas también de
forma brumosa. Su melancolía personal, su visión negativa y ese poso de
tristeza continua no son posibles sin un paisaje fónico y de color que los
acoja.
Para mi
desgracia, yo no creo que Rosalía sea una poetisa excepcional, y me parece que
casi nunca despega del ambiente rural neblinoso y sentimental. Pero esto lo
hace tan bien… No me extraña que los gallegos la quieran tanto y que cualquiera
que se acerque a ella la sienta cercana hasta un sentimiento parecido al de la
compasión
Pero hoy solo
quiero dejar constancia de ese contraste que me golpea cuando dejo el gallego
como lengua y paso de registro al castellano en Rosalía. Esta melancolía fónica
del gallego pone también distancia a la naturaleza, a los amores y a los
paisajes. Y, en medio de todos ellos, la poetisa doliente y pesimista. En
castellano ya todo se le hace más brusco y cerrado, más golpeado y más simétrico,
más versal y menos vaporoso. La época de
ensalzamiento de lo regional en la que vivió tal vez hizo el resto.
Por eso me
quedo con versos en gallego para honrarla:
“Corre o
vento, o río pasa,
corren nubes,
nubes corren
camiño da
miña casa.
Miña casa,
meu abrigo;
vanse todos,
eu me quedo
sin compaña
nin amigo.
Eu me quedo
contemprando
as laradas
das casiñas
por quen vivo
suspirando.
Ven a noite, morre
o día,
as campanas
tocan lonxe
o tocar da
Ave María.
Elas tocan pra
que rece;
eu non rezo,
que os saloucos
afogándome parece
que por min tén
que rezar.
Campanas de
Bastabales,
cando vos oio
tocar,
mórrome de
soidades”.
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