LLUVIA EN AGOSTO
La lluvia se
hizo gris, se asomó al cielo
en busca de
unas bocas desgastadas
por la fuerza
sin tregua de la sed.
De pronto se
aceró en el cielo todo,
se congregó
el misterio en los cristales,
al sonido
seguido de las gotas
tecleando el
azogue y elevando
el asustado
vaho que desde el suelo
se elevó como
el humo hasta lo alto.
Era la hora
del canto,
de dejarse
llorar por esa lluvia
que llega
emborronada hasta la tierra
para calar los
huesos
y remover las
frondas y los árboles.
Fue la
blandura entonces,
la embriaguez absoluta,
el lento
resbalar por todo el cuerpo
la gasa que
se suelta y canta libre,
la desnudez y
el baile, la alegría
de todos los
regalos de la lluvia.
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