Nadie, excepto el
candidato, es responsable de la formación del Gobierno. Inventarse que los
partidos de la oposición tienen la responsabilidad de abstenerse para que él
pueda ser investido presidente del Gobierno carece de toda lógica. La
obligación de los partidos de la oposición es frustrar al candidato para que no
consiga el objetivo que persigue. En eso consiste la democracia, que es un
sistema armónico de frustraciones mutuas. La primera obligación en democracia
es frustrar al adversario. No hacerle la vida más fácil. F. Pérez Royo en eldiario.es
Estoy empezando a descubrir que yo no soy demócrata. O al
menos un demócrata como los que describe Pérez Royo. Y eso que he defendido
este sistema siempre como el menos malo de todos. O acaso es que yo concibo la
democracia como algo diferente a lo que de estas palabras se deduce.
Parece de sentido común entender que la oposición tiene que
contrarrestar al Gobierno en este sistema de enfrentamientos. Pero su base hay
que hallarla en que la concepción de la vida diaria y su traducción política
son distintas. ¿Son del todo distintas? ¿No coinciden en nada? Aun no
coincidiendo en nada -algo imposible hasta en la definición-, ¿la obligación de los partidos de la
oposición es frustrar al candidato para que no consiga el objetivo que
persigue? Ojo con lo que defendemos pues habrá, por analogía, que admitir
que el contrario haga lo mismo con nosotros. Este camino conduce al absurdo y a
una lucha sin cuartel en la que todo vale.
Tengo una práctica política representativa muy reducida: tan
solo cuatro años como concejal en mi ciudad estrecha. Lo hice porque me lo pidieron
y por intentar ayudar algo en la res publica.
Nunca defendí ante mis compañeros que nuestro fin fuera ponerles las cosas
difíciles a los que eran equipo de gobierno en el ayuntamiento. ¡Pero si
coincidíamos en muchas cosas! ¿Por qué íbamos a decir no a aquello que nos
parecía bien? Yo no fui a la representación para ponerle las cosas difíciles a
nadie ni para pillarles en renuncio y tirarlos
a la lona, sino para ayudar en lo que pudiera y para dar mi opinión acerca
de lo que se presentaba para su aprobación: el bien de la comunidad está muy
por encima de cualquier personalismo y de cualquier encuesta.
De manera que me parece que esto de la oposición habrá que
tomarlo con algo más de calma y con algo menos de maniqueísmo.
Por supuesto que hay oposición porque las concepciones en
algunos principios son distintas. Si esto no fuera así, ¿para qué la existencia
de diferentes partidos? Estaríamos hablando entonces de personalismos o de
caudillismos; y esto es demasiado barriobajero y detestable para un pensamiento
sólido. Uno echa la vista al cielo y encuentra coaliciones entre partidos
opuestos. El caso de Alemania nos ilustra. Dependerá de los contextos en los
que se sitúen las negociaciones y las posibles coaliciones. Los principios son principios,
pero se explican y se aplican en unos determinados contextos.
Concedo que, nominalmente, es el candidato el máximo
responsable del éxito o el fracaso de este tipo de negociaciones, pero
achacarle a él (o a su partido) todas las culpas es lo mismo que sumarle todas
las bendiciones del posible éxito. Las cosas suelen ser algo más complejas; las
causalidades, múltiples; las explicaciones, variadas. Así que quietos parados.
No se trata de ser equidistantes, pero tampoco maniqueístas.
El intento de investidura de Pedro Sánchez, candidato del
PSOE, ha sido un fracaso.
Sigo pensando que el asunto territorial está en la base de
todo lo demás, por mucho que se quiera ocultar y dejar como en el olvido. Oír
hablar a los representantes nacionalistas, con una piel suave de cordero, no sé
si me causaba más enfado o más esperanza.
Como es verdad que en toda negociación -por el hecho de ser
realizada por personas- interviene el carácter personal, habrá que recordar a
los negociadores que todo lo que hayan entorpecido les caerá en su conciencia y
tardarán en olvidarlo por los perjuicios que causan en tanta gente.
Si fueran verdad las palabras del profesor Pérez Royo, nadie
tendría que rasgarse las vestiduras con la negativa absoluta de las llamadas
derechas a abstenerse en otro posible intento de investidura: “su misión es frustrar al candidato para que
no consiga su objetivo”.
Las estrategias políticas -con bastante frecuencia
rastrerillas y con el punto de vista siempre puesto en las encuestas- son, por
desgracia, consustanciales a este sistema de gobierno que llamamos democracia.
Repito: el menos malo, no la panacea de todas las desdichas. Es una servidumbre
evidente y no ponerle límites acarrea muchos dolores de cabeza.
Ahora estamos en período de relato, de representación de la realidad. En ese relato participan muchos, pero no todos
con la misma fuerza ni con las mismas razones ni argumentos.
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